Adriana Potel sembró una semilla de paz
En Limud Chile
Por LPI / Aurora
Adriana Potel tiene 58 años, pero habla con el entusiasmo y la ilusión de una joven activista que sueña con cambiar el mundo. Nacida en Buenos Aires, fue educada en una tnuá (movimiento) sionista. “En 1978 acabé mudándome a Israel. Llegué al ulpan (escuela de idioma) del kibutz Gan Shmuel e hice el ejército. Por cosas de la vida, volví a Argentina ocho años después”.
Tras un periodo viajando como mochilera, se reinstaló en Argentina, se formó en materias de terapias en grupo, se casó y tuvo 2 hijos. “En el 2000, nos trasladamos a Israel, y volví como mamá. Fue mi segunda versión”, explica sobre su nuevo inicio en el Kibbutz Sarid.
Potel se reconoce enraizada y comprometida con Israel. Pero en 2004 volvió a su país natal, esta vez para afincarse en un pueblito a 200 kilómetros de Córdoba. Sin calles asfaltados o semáforos, y por supuesto sin vida judía comunitaria organizada. Se dedicó a trabajar en activismo contra la violencia de género, y se involucró en organizaciones feministas.
Cuando estalló la guerra de Gaza en 2014, su hijo estaba en Israel. “Por primera vez sentí la soledad de no tener con quien compartir esa angustia. Estaba todo el día con mi marido conectados al ordenador para recibir noticias, solo ahí encontrábamos acompañamiento”.
Y en esos días críticos, abrió Facebook. “De repente encontré a las mujeres de Women Wage Peace (Mujeres activan por la Paz, WWP). Cada palabra de lo que escribían era lo que yo sentía. Fue como dos buenas amigas que se conocen: mi activismo acá, con mi mundo allá en Israel. Fue un momento muy importante en lo personal”, apunta la activista.
WWP se presenta como un movimiento de mujeres judías y árabes apolíticas, procedentes de sectores diversos de la sociedad, cuya única misión es lograr que los políticos de ambos bandos retomen las negociaciones de paz para poner fin al conflicto entre israelíes y palestinos.
Visitando Chile
Respecto de WWP, Adriana Potel explica que organización nació después del operativo Margen Protector de 2014, cuando un grupo de madres, hermanas y abuelas dijeron basta. “Ellas sentían que la escalada de violencia no lleva a nada bueno, que hay otros caminos posibles. Así se juntaron 50 mujeres y poco a poco se fue masificando, siempre con un carácter inclusivo, donde hay lugar para todas, de derecha o izquierda, religiosas o laicas, personas de la ciudad o de pequeños poblados, etc”.
Adriana destaca que estas mujeres no buscan entregar una solución, sino concientizar a los políticos para explicarles que otro camino es posible. “Hay que pensar en cambiar el chip de la guerra por el chip de la paz, porque hay otros modos posibles. Adicionalmente, estas mujeres se inspiraron en los movimientos internacionales, donde vieron que cuando hay mujeres en la toma de decisiones hay habilidades de acuerdos y entendimientos más duraderos y consistentes”.
-¿Qué impacto tienen este tipo de iniciativas cuando se está tan lejos geográficamente del conflicto?
-Hay tanto prejuicio, hay tanta falsa información, hay tanto desconocimiento dentro y fuera de la comunidad judía, que lo que hago yo es como un granito de arena, es empezar a hablar desde otras lógicas, desde las lógicas femeninas que hablan del encuentro con el otro, de las historias personales, y cuando uno parte el diálogo de un lugar así, tal vez los resultados finales sean otros”.
-¿Cómo te cambió la vida ser parte de esta organización?
-Me cambió un montón. Yo soy activista desde siempre, desde que era joven, pero esto me unió mundos, me unió con muchas partes. Ahora no puedo parar, vine a Chile, voy y vengo, es una fuerza que se me despertó y qué le hace bien a todos.
-Adriana, ¿y qué pasa con la contraparte, con las madres, hermanas y abuelas palestinas?
-Como dije antes, ellas no tienen la posibilidad de organizarse cómo las mujeres occidentales, por lo tanto, con ellas la relación es una a una, pero también participan y se han ido sumando, y esto nos permite escuchar que ellas también quieren la paz. A modo de anécdota, te cuento que en Buenos Aires tuve un encuentro con una mujer árabe musulmana con familia en Palestina y cuando fuimos a un bar a conversar me dijo que su mamá pensaba que estaba loca por acercarse a dialogar conmigo. Por lo tanto, esa charla yo creo que nos transformó.
-¿Qué importancia tiene una iniciativa que nace desde la mirada de la mujer’
-Las mujeres dialogan de otro lado. Podemos estar pasándola muy mal, con situaciones muy difíciles, violentas y destructivas, pero cuando nos juntamos hay alegría, hay diálogo y la pasamos bien.
-¿Qué sabes de Chile, de sus necesidades de diálogo sobre la paz de Medio Oriente?
-Yo sé poco, por eso vine con mucho respeto acá y pienso que las percepciones en Chile es que este mensaje es muy importante de propagar, porque une y no divide.