¿Se puede vivir sin sufrimiento?
Por Gachi Waingortin
Otros intentan explicarlo como castigo divino por nuestros pecados. Esta visión tiene el beneficio de hacernos sentir que, mejorando nuestra conducta, podríamos eventualmente evitarlo. Así, la responsabilidad queda en nuestras manos. Sentimos que podemos tomar acciones concretas para modificar una situación desagradable y, además, esas acciones concretas deberían hacemos mejores personas. El problema con este enfoque es que podemos no reconocer el hecho de haber cometido transgresiones que ameriten tal castigo y, por lo tanto, sentir que nuestro dolor es inmerecido. En ese caso podríamos sentir que D´s es injusto, lo que nos dejaría desamparados y en calidad de víctimas.
Otra posible interpretación del sufrimiento es verlo como una prueba. Esta aproximación nos provee de fortaleza. Sentir que D´s nos prueba nos obliga a asumir que D´s no lo haría si no estuviera seguro de que podremos salir airosos. Sentir que nos enfrentamos a una prueba nos exige fortalecernos para intentar superarla con éxito.
Maimónides propone otra aproximación: sufrimos como consecuencia de la brecha entre lo que tenemos y lo que deseamos. Tenemos diferentes sueños y anhelos, pero estos no siempre se cumplen, y eso es lo que nos produce sufrimiento. Esto se aplica a todos los ámbitos. Si deseamos tener bienes materiales, sufriremos cuando nos falten. Si deseamos tener salud, sufriremos si estamos enfermos. Si soñamos con tener siempre con nosotros a nuestros seres queridos, sufriremos por su muerte.
Hay tres diferentes caminos que nos ayudarían a eliminar el sufrimiento así definido. El budismo propone dejar de desear. Si no deseas nada material, no sufrirás ningún tipo de escasez. Si sufres por tu ser querido es porque deseabas conservarlo a tu lado; si abandonas ese deseo, no sufrirás cuando parta. El desapego efectivamente suprime el sufrimiento, pero tiene un costo adicional: debes renunciar también a la dicha de disfrutar.
Otra vía para evitar el sufrimiento nos la ofrece el consumismo. Este pretende, estimulándonos para obtener lo que deseamos, achicar la brecha. Nos dicen que podemos vernos siempre jóvenes, sanos y hermosos y, en lo material, que cuanto más tengamos, más felices seremos. Pero la realidad nos demuestra que, cuanto más tenemos, más deseamos. Si deseas y obtienes un dispositivo tecnológico de excelencia, es muy probable que sufras si lo pierdes, te lo roban o se estropea. Y aunque eso no suceda, muy pronto quedará obsoleto y desearás algo más moderno y sofisticado. Es un clásico: cuanto más tienes, más deseas. Tener más no alivia el deseo, por el contrario, lo alimenta. Es apagar fuego con bencina.
Si ni adquirir ni dejar de desear elimina el sufrimiento, ¿qué nos queda? Maimónides dice que lo que nos hace sufrir no es la existencia del deseo. No sufrimos porque deseamos, sino porque deseamos mal. El error está en desear lo que no satisface. Si pudiéramos redireccionar nuestros deseos para obtener lo que realmente necesitamos, llegaríamos a eliminar el sufrimiento.
¿Qué es lo que debemos desear, lo que realmente necesitamos? ¿Qué es aquello que, según Maimónides, obtenerlo no nos hace sufrir más sino, por el contrario, nos da felicidad? Queda claro lo que no es: no es lo material, ni siquiera nuestro cuerpo, ni nuestra vida. Para el Rambam la respuesta es muy simple: debemos ansiar la cercanía de D´s. La verdadera felicidad la tendremos cuando nuestra alma ansíe y obtenga trascendencia, paz interior, una vida de significado.
El Salmo 42 describe esta sensación: “Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh D´s, todo mi ser. Tengo sed del Eterno, del D´s de la vida”. El consejo es no tener sed de agua ni hambre de comida, sino hambre y sed de D´s.
¿Qué significa esto en términos cotidianos? ¿Debemos enfrascarnos en una meditación mística para tomar contacto con lo divino? Es una opción, aunque no la única. Podemos buscar a D´s a través de la oración, que puede ser una experiencia mística, o no. Porque, aunque no alcancemos el estado místico de unión con D´s, el solo hecho de intentar ese contacto puede proporcionarnos felicidad. Y cuanto más cerca estemos de alcanzarlo, más felices seremos. Tenemos una palabra para esto: Tefilá.
Nos acercamos a D´s cuando agradecemos. Deberíamos disfrutar todo lo material que nos es dado, valorar nuestra salud, dar buen uso a los bienes con que seamos bendecidos, agradecer por todo. Al agradecer tomamos conciencia de lo que tenemos y estamos más abiertos reconocer a D´s. Y si nos toca perder lo que tuvimos, saber que lo disfrutamos, valoramos y agradecimos, seguramente aliviará la pena. Cuando tomamos el peso a nuestra verdadera dimensión cósmica nos damos cuenta de lo milagroso de nuestra vida y podemos sentir felicidad por las cosas más nimias. Agradecer nos transforma en personas más humildes, en mejores seres humanos. Tenemos una palabra para mejorar nuestra calidad humana: Teshuvá.
Nos acercamos a D´s cuando nos entregamos a los demás. En hebreo “venatnú”, que significa “darán”, es un palíndromo, es decir, una palabra que se puede leer de derecha a izquierda o de izquierda a derecha (en español podríamos hacer el mismo ejercicio con la palabra “dad”). Según nuestros sabios, esto nos enseña que dar es tan beneficioso para quien entrega como para quien recibe. Cuanto más das, más te enriqueces. La búsqueda de la generosidad es la búsqueda de D´s. La insatisfacción sólo puede sentirse por no haber entregado lo suficiente. Tenemos una palabra para esto: Tzedaká.
Quizás haya otros caminos, pero podríamos aventurarnos a pensar que, estando todavía bajo el aura de los Iamim Noraim, ya con estos tres tenemos suficiente para empezar.