Behar Bejukotai
Por Gachi Waingortin
Los primeros capítulos de Vaikrá nos dicen que la comunicación con D´s sí es posible. Pese a que hoy son extemporáneos, los sacrificios nos dicen que podemos reparar nuestros errores y pedir perdón. Que debemos estar dispuestos a agradecer por lo bueno de la vida y que todos estos actos (pedir perdón, agradecer) exigen algún tipo de sacrificio, exigen que entreguemos algo de nosotros mismos. Hoy, quizás, nuestro impulso por dar Tzedaká en esas circunstancias podría enraizarse en esa memoria colectiva.
Vaikrá continúa con leyes que nos enseñan a comportarnos éticamente. No maldecir al sordo ni poner tropiezo frente al ciego, pagar los sueldos a tiempo, ayudar a quien nos necesita, aunque sea nuestro enemigo, devolver objetos perdidos, no engañar en nuestras relaciones comerciales. Vaikrá nos impele a regular nuestros impulsos a través de la Kashrut y de la ética sexual. Autocontrol, preocupación por el otro, empatía, nos hacen mejores.
Queda claro que un estilo de vida que promueva conductas individuales correctas ayudará a generar una sociedad más sana. Pero las dos últimas parshiot de Vaikrá se dedican especialmente al diseño de la paz y el crecimiento de la sociedad. Behar propone un sistema económico que combina la libertad de mercado con la protección social. Durante seis años deberemos trabajar la tierra como si fuera nuestra, pero el séptimo es año sabático (Shnat Shmitá) y nos recuerda que la tierra es de D´s. Debemos dejar de trabajar la tierra y consumir lo que crezca espontáneamente de ella. Y cada cuarenta y nueve años (siete veces siete) tendremos el año del jubileo (Shnat Haiovel) en el cual toda la propiedad volverá a sus dueños primitivos, los esclavos serán liberados, todas las deudas serán condonadas y todos los recursos se barajarán de nuevo.
¿De qué se trata todo esto? El primer mensaje nos pide cuidar la ecología. Al pedirnos que dejemos de trabajar la tierra, el año sabático nos recuerda que la naturaleza no está tan plenamente a nuestra disposición como solemos creer. No somos amos y señores, ni de la naturaleza ni de nada. Por su parte, el año del jubileo nos invita a desacoplarnos del aparato productivo, volver a lo simple, recuperar la armonía con el entorno. Nos recuerda que los humanos debemos estar al servicio de la naturaleza, y no al revés. Que no podemos explotarla a nuestro antojo, debemos respetarla si queremos que ella nos respete.
Shnat Haiovel nos recuerda, a la vez, que debemos resguardar la dignidad del ser humano. La preocupación por la pobreza es transversal a toda la Torá, escrita y oral, pero en Behar es explícita: “Si alguno de tus hermanos israelitas empobrece y no es capaz de mantenerse, ayúdalo como lo harías con un extranjero o un desconocido, así podrá continuar viviendo cerca de ti” (25:35). El jubileo impide que la pobreza se haga estructural y hereditaria, permitiendo que cada familia recupere la propiedad de la tierra que pudo haber perdido por malas decisiones tomadas durante los cincuenta años anteriores.
Finalmente, Bejukotai nos dice que nuestras conductas tienen consecuencias. Pero no se trata solo de las consecuencias individuales de nuestras conductas individuales. Como sociedad también podemos acarrear sobre nosotros la bendición o la maldición a nivel global. Todos somos responsables de ello.
El judaísmo nos da estrategias para intentar no caer en este tipo de desmesura. Una de ellas es el Shabat, que nos devuelve a nuestro lugar en el mundo. Nos dice que debemos trabajar seis días como si fuéramos dueños del tiempo; pero el séptimo día debemos recordar que el tiempo es de D´s. Así, en Shabat debemos dejar de intervenir en la naturaleza, descansar y dejarla descansar. Del mismo modo, cada siete años Shnat Shmitá nos dice que dejemos descansar a la tierra para que vuelva a darnos toda su bondad. Y cada cuarenta y nueve años, Shnat Haiovel nos pide que volvamos a equilibrar la balanza de la sociedad, para que todos tengamos igualdad de oportunidades.
Imposible no pensar en nuestra situación actual. Muchos ven la crisis del coronavirus como una crisis planetaria causada por nuestro afán desmedido por controlarlo todo. Queremos controlar la naturaleza, la genética, queremos controlar el futuro. Como parte de la maldición, el versículo 26:35 dice: “Y, en su desolación, la tierra descansará por todo lo que no descansó en vuestros sábados cuando vosotros habitabais en ella”.
Esta crisis viene a recordarnos que no controlamos nada. No manejamos lo material, mucho menos el tiempo. Planificar se volvió un lujo que antes dábamos por sentado. Parecería ser que el mundo se tomó un año sabático. Nuestros cielos están menos contaminados, hay más pájaros, hay más silencio. Quizás también nuestros mares dejen de acumular plástico. Este año sabático forzado nos está ayudando a expresar más respeto, más solidaridad, más preocupación por el otro. Estamos viviendo un año sabático en el que deberemos aprender a valorar lo que tenemos en casa, volver a contactarnos con las cosas más básicas de la vida.
Son tiempos difíciles y vendrán más difíciles todavía. Pero si, como humanidad, somos capaces de aprender la lección, tendremos herramientas para lidiar con la crisis que se avecina a causa de la crisis. Es innegable que estamos siendo más solidarios, más respetuosos de la naturaleza, más responsables, que estamos tomando más conciencia. Si estas conductas se quedan con nosotros cuando la crisis termine, podremos decir que hemos salido de ella fortalecidos. Es una oportunidad que no podemos darnos el lujo de perder.