“Cuando se trata de amenazas directas de violencia, eso no es discurso, eso es algo sobre lo que la policía y las autoridades deben actuar, sin disculpas”
Rabino Abraham Cooper, del Centro Wiesenthal:
Por LPI
Considerado el pionero en el estudio y la investigación sobre la difusión online de los discursos de odio, desarrolla cada año el informe “Digital Hate” (http://digitalhate.net) en el que expone el estado anual de la actividad de grupos racistas, homofóbicos o antisemitas, y de individuos que incitan al odio y la violencia contra las minorías, y que ha logrado establecer que todos los autores de crímenes de odio recientes han usado las redes sociales para anunciar, promover o incluso transmitir sus ataques, con la expresión más siniestra en el “streaming” (transmisión en vivo) que realizó el autor del atentado contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelandia, en marzo de este año.
Sin embargo, para Cooper, más que enfocar la presión en los políticos para que promuevan leyes que castiguen la incitación, los esfuerzos debieran ir enfocados a exigir a las empresas de Redes Sociales que impongan políticos que no den espacio al odio en sus plataformas. “Creo que las grandes empresas, en el mainstream, tienen que hacer más y lo saben. Para empresas que generan billones en ingresos, este es un problema menor. Pero tienen que ser responsables. Y si no, tendremos que recurrir al Gobierno y eso les va a generar grandes problemas en términos de regulación, y mientras más regulación hay menos ingresos tienen”.
Sin embargo, hay empresas como Twitter han modificado sus políticas respecto de la incitación al odio.
-Twitter cerró alrededor de un millón de cuentas en el mundo, pero eso también muestra lo poco que hicieron hasta ahora. Además, como son compañías que desarrollan tecnología, pueden perfectamente crear trampas para que si alguien es expulsado de la red social, no pueda cambiar una letra en su nombre de usuario y estar de vuelta. Facebook ha hecho un trabajo muy mantener al margen a alguien que ha sido “banneado” de esta red social. De hecho, nosotros monitoreamos los chats de los extremistas y en ellos discuten sobre lo complicado que se ha vuelto Facebook. Ellos también están monitoreando, y su enfoque es que la oportunidad que tengan para desarrollar su actividad, la van a tomar. Si Youtube les puede dar 10 minutos, 20 minutos o una hora, para poner su material online, lo van a tomar. E incluso si Youtube remueve material, no puede evitar que eso salga en vivo.
Esas son las preguntas difíciles para ellos y su modelo de negocios, pero no podemos aceptar que cualquiera que sea un criminal o, peor todavía, un terrorista, puede contar con que va a tener a las grandes plataformas sociales transmitiendo lo que están haciendo. El impacto sicológico de eso no es sólo para las víctimas y las comunidades, sino para los delincuentes de mañana.
Como lo que pasó con los atentados a las mezquitas de Nueva Zelandia.
-Ninguna cadena de televisión sale en vivo con las noticias, siempre hay un “delay”, hay formas de hacerlo. Las empresas de redes sociales tienen genios que nos están entregando todos los días nuevas tecnologías, entonces pueden abordar este tema de mejor manera. Pero no lo van a hacer hasta que los consumidores, los activistas, la sociedad civil y los medios, los presionen.
Y eso es sólo lo que está pasando en la web, ni siquiera sabemos lo que está pasando en la “dark web”, debajo de la superficie.
-La “dark web” y -además- todo lo que está encriptado. Lo que vemos es que todos los atacantes han usado plataformas que además permiten la encriptación. Y si hemos visto cosas terribles en lo “abierto”, nos podemos sólo imaginar lo que se está conversando en la “dark web”. Quizás el FBI o Seguridad Nacional (de EE.UU.) saben. Pero si estuviéramos hablando de Chile, es la policía la que tiene la responsabilidad de monitorear a los extremistas, por ejemplo, de saber que está pasando con los xenófobos que están tratando de sacar ventaja de la inmigración de venezolanos. Tienen que estar online, porque si no tienen cero chance de saber lo que está pasando. Todos estos ataques son realizados por lobos solitarios, por individuos; para tratar de anticipar quién puede intentar algo, tienes que estar nadando en su lago. En los últimos días, ha habido un número de extremistas que han sido detenidos antes de que pudieran atacar en diferentes partes de Estados Unidos, incluso uno de esos pretendía atacar una comunidad judía. Entonces, está el frente de la batalla por las ideas, por la verdad, y luego está el esfuerzo por detener a las personas que pretenden -no sólo de palabra, sino que en acciones- llevar adelante su odio.
¿De qué forma se frena la incitación al odio con una legislación adecuada? Por ejemplo, en Chile hay varios proyectos de ley en trámite sobre esta materia, ¿cree que serían instrumentos efectivos para frenar el odio en redes sociales?
-Es muy bueno que tengas una Constitución que dice que todos los individuos deben ser protegidos, pero qué pasa si en la realidad, en tu sociedad, no estás protegido. Que algo esté escrito en la ley no implica que sea así en la realidad. El punto es el que nosotros vemos este tema en dos ámbitos, uno que es el odio y los discursos de odio, y otro que es el terrorismo. En lo que se refiere a odio, estamos atentos a las personas que promueven crímenes de odio o que están incentivando a otros a la violencia, que son parte de grupos que insultan, denigran o deshumanizan. Pero no podemos esperar a que la ley que actúe, por eso nuestro foco está en las empresas, ellas son las que tienen la obligación de crear sus propias reglas. Las empresas no se pueden ocultar tras la libertad de expresión. También es cierto que internet, las redes sociales y, en especial, Twitter no son una sociedad de debates. No puedes confrontar a la persona que te está atacando. El sobreviviente no puede confrontar a los negadores del Holocausto. Entonces eso implica que los grupos y los individuos que son atacados necesitan ayuda. Hay muchas formas de abordar esto, una es a través de la ley. Pero en lo inmediato, las empresas deben hacer mucho más para empujar estos mensajes fuera del “mainstream” de las redes sociales. Cuando se trata de amenazas directas de violencia, eso no es discurso, eso es sobre lo que la policía y las autoridades deben actuar, sin disculpas.
“Hate speech is no free speech”.
-Creo que el debate actual sobre dónde poner el límite respecto del discurso de odio es sano, es bueno para la democracia, pero al mismo tiempo tenemos que ver la realidad del mundo de las comunicaciones, la publicidad y el marketing, que están crecientemente dirigidos por las redes sociales. No puedes decir “bueno, es una nueva tecnología, y todo lo que quieras decir se puede decir”. Ya sabemos que eso es la receta para los desastres, es una amenaza a todas las minorías, y en una democracia, puede incluso ser una amenaza para partidos políticos e individuos que expresan una idea. Necesitamos, entonces, una más respuesta más efectiva. Eso fue lo que advertimos a las autoridades chilenas cuando nos reunimos con ellas durante este viaje, que hay que entender que acá el desafío es mucho más amplio que el discurso de odio.