El eje Irán-Hezbolá amenaza a Israel con una lluvia de misiles
Por Ramy Wurgaft, Comunidad Ruaj Amí
La fabricación del Zelzal 4 en instalaciones subterráneas de Hezbolá comenzó a mediados del 2018. Según la estimación de los servicios de Inteligencia israelíes, desde entonces se han producido unos 50 proyectiles de ese tipo, que se sumarían a los 130.000 cohetes de menor precisión que Hezbolá guarda en sus depósitos. A ese arsenal habría que añadir los cerca de 20.000 cohetes en poder de Hamás, grupo islámico radicado en la Franja de Gaza que suele sincronizar sus ataques a Israel con los de Hezbolá. Hamás también recibe equipamiento bélico y dinero de Irán. Pero esa ayuda se reduce a migajas si se la compara con los 700 millones de dólares anuales y el armamento altamente sofisticado que, según la CIA, la teocracia iraní transfiere a Hezbolá. Hace unos días, el secretario norteamericano de Defensa, Mark Esper indicó que “los enemigos más recalcitrantes de Israel poseen un mayor número de misiles que la mayoría de los países europeos”.
Aunque todavía perdura en los medio de prensa, la definición de Hezbolá como “milicia pro-iraní” se volvió obsoleta el 12 de febrero del 2008. Ese día, el Mosad israelí dio muerte a Imad Mugniye, el hasta entonces jefe supremo de las milicias chiítas en el Líbano. Aprovechando el vacío de poder que se produjo, el antes mencionado Qasem Soleimani tomó cartas en el asunto, incorporando a Hezbolá a la Segunda División del Ejército de Irán. Bajo el mando de Soleimani la milicia a tiempo parcial se transformó en una fuerza permanente de 30.000 hombres capaz de intervenir donde quiera que Teherán lo disponga.
El bautismo de fuego del Hezbolá en un conflicto fuera del Líbano no tardaría en llegar. En el 2011, Siria se vio inmersa en una cruenta guerra civil que se ha cobrado más medio millón de víctimas. Viendo que el régimen de su aliado Bashar Al Asad se tambaleaba, Irán se jugó entero para estabilizarlo. Con ese fin, Qasem Soleimani envió a un contingente del Hezbolá -unos 40 mil hombres- a que peleara en la ribera occidental del río Éufrates. La decisión del general iraní resultó acertada: Hezbolá logró detener el avance del Estado Islámico (EI), el más despiadado de los grupos que intervienen en el conflicto sirio. A costa de perder a 1.700 de sus hombres en esa y otras batallas, Hezbolá acumuló una experiencia en combate que no había conseguido en sus esporádicos enfrentamientos con Israel.
Creada en 1985, tras la fusión de varios grupos libaneses de la corriente chiíta, Hezbolá se convirtió en uno de los instrumentos más eficaces de los que dispone Irán, para imponer su hegemonía en Oriente Medio. En un sermón pronunciado el 20 de marzo en la Mezquita de Soltaní (Teherán), Ali Jamenei, líder supremo iraní, expresó que Dios ha elegido a su país para gobernar un imperio que se extendería desde el Golfo de Omán hasta el mar Mediterráneo y desde el Líbano hasta Yemen. La prédica de Jamenei concluyó con una fuerte amenaza a Israel: “Si la entidad sionista interfiere...que se prepare a recibir una lluvia de misiles”.
El historiador y analista israelí Beny Morris sostiene que las plataformas defensivas de Israel pueden interceptar hasta 40 misiles de forma simultánea. No el diluvio de cohetes que esgrime Jamenei. A juicio de Morris, la única forma de conjurar el peligro es que el gobierno israeli -cualquiera que sea ese gobierno- declare de forma inequívoca que ante un masivo ataque misilístico de Hezbolá y/o de Hamás, Israel respondería con un demoledor bombardeo contra ciudades iraníes del tamaño de Teherán, Ispahán o Shiraz. “Pese a su acendrado fanatismo, los ayatolas persas entenderían que una represalia a esa escala acabaría con su régimen y, de rebote, con el predominio de Hezbolá en el Líbano y de Hamás en la Franja de Gaza”, asegura Beny Morris. Casualmente o no, poco después de que el diario Haaretz publicara la columna de Morris, el comandante de la Fuerza Aérea israelí, Amir Eshel, aseguró que sus pilotos están preparados para alcanzar “cualquier objetivo que las autoridades (civiles) nos asignen, por muy alejado que se encuentre”.