Guerra civil en Libia
Por Por Isaac Caro, Experto en Asuntos Internacionales, Universidad Alberto Hurtado
En el caso de Libia, tenemos una situación muy particular: junto con darse término a un gobierno liderado por Muamar el Kadafi durante 42 años, se da inicio a una guerra civil, que se ha visto agravada desde abril de 2019, con la intervención explícita de potencias regionales y extra regionales. El desarrollo del Estado de Libia desde 1969 hasta 2011 estuvo fuertemente relacionado con el liderazgo de Kadafi, quien fuera reiteradamente acusado por los países occidentales de apoyar el terrorismo. Es emblemático el caso del avión Pan Am, en un itinerario de Frankfort a Detroit, derribado en la localidad británica de Lockerbie, el 21 de diciembre de 1988, provocando la muerte de más de 250 personas. Las investigaciones apuntaron a que el propio Kadafi estaba directamente involucrado en el atentado.
La Primavera Árabe que se desarrolló desde principios del 2011, en Trípoli y otras ciudades libias, y que llevó a fuertes manifestaciones contrarias al régimen de Kadafi, fueron apoyadas por la comunidad internacional, especialmente por el mundo occidental, que recordaba el rol del líder libio en su apoyo al terrorismo. En marzo de 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU estableció una zona de exclusión aérea que permitió una intervención de la OTAN contra objetivos militares libios defendidos por las tropas de Kadafi. Las operaciones militares duraron hasta octubre de 2011, cuando Kadafi fue capturado y ejecutado por los rebeldes libios. Tras la desaparición del legendario líder libio, las disputas internas se consolidaron, dando paso a una guerra civil que continúa hasta la actualidad.
A pesar de la formación de un Consejo Nacional de Transición y de un Congreso General Nacional, no se logró formar una transición pacífica, sino que por el contrario emergieron diversos enfrentamientos entre grupos rivales, dando lugar a dos gobiernos. Uno, reconocido por la ONU con sede en Trípoli, encabezado por el presidente del gobierno de “unidad nacional”, Fayes al Sarraj. Otro, liderado por el general Jalifa Haftar, comandante del autoproclamado Ejército Nacional Libio, quien ha conducido un gobierno paralelo en la zona de Cirenaica, en el oeste del país. A partir de 2015 la situación empeoró con la llegada de milicias del Estado Islámico, las que fueron exitosamente combatidas por el comandante Haftar, de donde deriva parte de su “prestigio internacional”. En abril de 2019, el general Haftar se colocó como misión capturar Trípoli, lo que ha profundizado las divisiones y enfrentamientos entre las distintas milicias.
El conflicto libio ha tenido fuertes implicancias en el mundo árabe, en Turquía y en las potencias mundiales. Uno de los países que ha dado un mayor apoyo al gobierno de Haftar ha sido Egipto, contribuyendo con equipamiento y asesores militares. El general libio ha recibido el respaldo directo del presidente egipcio Al Sisi, quien lo ha recibido en Cairo en varias oportunidades. El apoyo egipcio se explica, en gran parte, debido al fuerte combate que ha librado Haftar en contra de los grupos terroristas y, en especial, en contra de los Hermanos Musulmanes, con presencia en Libia, y que están proscritos en Egipto desde el golpe de Estado de 2013. Arabia Saudita es otro de los grandes países árabes que ha mostrado su firme respaldo al líder del Ejército Nacional Libio. De hecho, diversos informes señalan que los ataques realizados por las fuerzas leales a Haftar en Trípoli han sido financiados por Riad, al tiempo que Haftar era recibido por el rey Salman en el mes de abril de 2019. También los Emiratos Árabes Unidos han dado un fuerte respaldo al líder libio. Este apoyo árabe radica, como se ha señalado, en que se considera a Haftar como un hábil combatiente del Estado Islámico y de los Hermanos Musulmanes.
Por el contrario, las potencias regionales que apoyan al gobierno de Sarraj son principalmente Turquía y Qatar. En el caso de Turquía, el gobierno de Erdogan, partidario del islam político, ha entregado un apoyo absoluto al régimen establecido en Trípoli, lo que incluye armamento, drones y aviones. En diciembre de 2019, Erdogan declaró que enviaría fuerzas militares en apoyo a Sarrai, basándose en que este tendría el reconocimiento internacional. Detrás del apoyo turco, está el acuerdo marítimo firmado con Libia, que permite a Ankara derechos marítimos sobre vastas zonas del Mediterráneo oriental, y que busca minimizar el acuerdo firmado por Grecia, Israel y Chipre, en diciembre de 2019. A la intervención de Turquía en Siria e Irak se suma ahora su presencia en Libia. También Qatar, que ha apoyado a los Hermanos Musulmanes libios, y que actualmente tiene un fuerte enfrentamiento político y diplomático con Arabia Saudita, ha sido un sostén del gobierno de Trípoli.
En el ámbito extra-regional, algunas de las principales potencias se han inclinado hacia su apoyo a Haftar, aunque algunas de ellas oficialmente apoyen al régimen reconocido por la ONU. Desde julio de 2019, Estados Unidos, cambiando su tradicional postura neutral, ha dado su respaldo al comandante Haftar, debido al rol que éste ha tenido en la lucha contra el terrorismo y la protección de los recursos petroleros. El Gobierno francés, por su parte, ha reconocido haber entregado informaciones al comandante Haftar, al cual considera como un aliado importante en la lucha antiterrorista y antiyihadista. El apoyo a Haftar también ha provenido de Rusia, que ha evitado en la ONU cualquier resolución que limite su poder militar. Otro actor extra regional de considerable importancia es Italia, la antigua potencia colonial, la que ha mantenido su neutralidad debido a sus importantes intereses petroleros en Libia.
En definitiva, un nuevo enfrentamiento se consolida a partir de la guerra civil en Libia, la de aquellos países que apoyan al régimen establecido, representados principalmente por Turquía y Qatar, y la de los que prefieren sostener al comandante de Cirenaica, como Egipto y Arabia Saudita, bajo el convencimiento de que aquel ha jugado un rol importantísimo en el combate a la Hermandad Musulmana y al Estado Islámico. Los grandes Estados occidentales y Rusia, a pesar de su reconocimiento oficial al régimen con base en Trípoli, crecientemente empiezan a manifestar su simpatía por el liderazgo de Haftar. Cualquiera sea el desenlace, parece que estamos en presencia de un conflicto que todavía tomara algún tiempo en resolverse.