¿Informarse? En tiempos de crisis
Por Nicole Rodríguez
Esta transformación podría ser una más en el listado general de todo aquello que producto de la conectividad y la tecnología del siglo 21 han ido mutando y que necesitan un tiempo de ajuste y de adaptación del usuario. Pero la llegada del coronavirus junto con el quiebre de octubre que vivió nuestro país, demostraron la necesidad de acelerar un proceso de educación y adecuación para el consumo de estos medios. Es en estas crisis donde las falencias de los nuevos sistemas salen a flote y toman vida una serie de subproductos como la manipulación con testimonios falsos, publicación de hechos sin corroborar, estadísticas erróneas y mentiras creíbles, todo difundido siempre con algún interés particular o sectorial. Divulgación que se multiplica de una manera muy sencilla. Apelar a la emoción por negativa que sea, siempre es un combustible potente. Hay un estudio del MIT que muestra que las noticias altamente emocionales se esparcen mil veces más que los datos racionales. La emoción es un gancho y por eso la gente tiende a compartir esa información.
Pero el gran problema con las redes sociales es que algo que una persona escribió sin pensarlo mucho, se ve y se lee igual que un reportaje preparado con mucho tiempo de investigación. Esto hace que publicaciones basadas solamente en rumores se vean tan creíbles como una historia bien investigada. La instantaneidad le ha quitado a la gente la capacidad de distinguir los rumores y noticias falsas que son siempre más emocionales y que en el fondo buscan provocar una sobre reacción. Imprimir análisis crítico hoy es más importante que nunca. No sólo para no difundir información incorrecta, sino también para lograr vivir con mayor tranquilidad personal situaciones complejas. Calma en medio de la tormenta. Un estado difícil de conseguir en este mundo hiperconectado, hiperexagerado, sin conciencia en que el uso indiscriminado de redes sociales y medios de comunicación produce daño. La sobre exposición a los medios aumenta la creencia y sensación que cualquier problema mundial o crisis particular es el fin del mundo. En circunstancias abrumadoras como las actuales exponerse a lecturas o videos sin ningún filtro personal provoca más pánico del necesario. Hay que saber medirse y no estar disponibles para el infinito arsenal de publicaciones, sabiendo que los datos y hechos a veces pasan a ser lo mínimo de todo lo presentado.
Si hoy la manera de prevenir el contagio de un virus es con higiene de manos, entonces para poder sortear de la mejor manera esta extraordinaria situación es imprescindible tener higiene mental. Si hay que lavarse las manos, entonces hay que limpiar también la mente. Sabiendo lo que hay que hacer, no es necesario llenarse de todo lo publicado. Si se permite la entrada de todo lo que circula en las redes es lo mismo que tener un recipiente sucio que nunca se lava. Cada uno debe decidir dónde poner su lectura y reflexionar qué mérito tiene de ser compartido. Exponerse de manera indiscriminada hace que la mente de alguna manera colapse. No está hecha para ser abusada informativamente hablando. Esto es algo nuevo para ella. Nunca antes en la historia había estado tan expuesta a tanta información y relatos falaces, sin orden cronológico, sin principio, sin fin, sin fechas. Es como si ninguna historia terminara. Ningún conflicto concluyera. Está todo ahí circulando siempre. Cualquier cosa que ocurre o se comenta en algún rincón del planeta es como si pasara cerca. Todo está sucediendo todo el rato y la mente lo procesa sin capacidad de manejar esa infinita cantidad de flujo informativo. Se queda sin poder discriminar entre lo sustancial, lo urgente, una anécdota y más importante aún, una falsedad. No es capaz de hacer una escala, jerarquizar y luego borrar.
Entonces adquirir madurez en el uso de la información y retomar la capacidad del pensamiento crítico y reflexivo terminan siendo fundamentales. No todo lo que llega debe ser leído, reenviado o compartido. ¿Ayuda en algo? ¿Es un dato nuevo? ¿De dónde viene esa información? Es de cada uno la responsabilidad de seleccionar lo que va a leer y lo que va a retransmitir. Simples actos que determinan algo no menor: El cómo exponerse a la información también definirá la actitud y postura que cada cual tendrá ante la situación que se está viviendo. Un momento histórico complejo que levanta pronósticos tales como que la sociedad no volverá a ser la misma. Temprano para saberlo, aunque a los historiadores les gusta decir que las crisis diseñan la historia. Pero lo importante aquí es que si ocurre algún tipo de transformación, por pequeña o grande que sea, tiene que derivar de la realidad, de un proceso natural de cambios y no de modificaciones inducidas por situaciones irreales o sobre reacciones. Eso sería terreno fértil para quienes buscan poder y usan la manipulación del contenido como una herramienta simple para adquirirlo. El poder ciudadano está de moda, pero para tenerlo no basta con expresar descontento en las redes o sumarse a un #hashtag. Se necesita una mente clara, no manipulable, que entienda que el único poder real es el que se acerca a la verdad de los hechos, aunque demore mucho más tiempo que reenviar, retwittear o decir Me Gusta.