Los más fuertes del Este ayudan a los más débiles del Oeste
Por Matt Erlandsen, PhD(c) en Ciencias de la Comunicación, Pontificia Universidad Católica
Entre todo el volumen de noticias e información, me gustaría relevar uno en particular que en las últimas semanas se ha desarrollado de manera bastante silenciosa. Algunos hablarán de una acción de relaciones internacionales, otros dirán que es de responsabilidad global y, para unos pocos, un blanqueamiento de imagen.
De acuerdo a la Ley de Respuesta ante Emergencias de China, 10 de las provincias desarrolladas del Este están a cargo de asistir a 10 provincias y regiones autónomas del Oeste, donde viven las minorías étnicas y los sectores más pobres del país. Así, por ejemplo, Beijing asiste a la Región Autónoma de Mongolia Interior, Fujian asiste a Ningxia y a Dalián, o Tianjín asiste a Gansu.
Lo interesante de este modelo es que China, una vez que vio que la curva de desarrollo del coronavirus dentro de sus fronteras estaba disminuyendo, ofreció ayuda con médicos e insumos inmediatamente a los vecinos y socios internacionales que en otras oportunidades les han tendido una mano.
Un grupo de médicos de la provincia de Sichuán es el encargado de llevar las lecciones aprendidas hasta Italia junto a medicinas y hasta hospitales de campaña, mientras otro grupo de Shanghai trabaja en Irán. Anteriormente, Italia envió grupos de ayuda humanitaria y reconstrucción a Sichuán luego del terremoto de 2008, que dejó más de 69 mil muertos; de la misma forma, Irán -bueno, Irán- recibe ayuda porque hoy la necesita con suma urgencia.
Pésaj es una de las fiestas de nuestro calendario que nos reúne para reflexionar sobre la inmediatez, sobre la urgencia y sobre el actuar sin meditar cuando nuestro pueblo estuvo en peligro. Algo que une la respuesta de China con la que se espera de los judíos es la preocupación para que todos salgamos de esta situación, sin importar nuestras diferencias: la solidaridad y el altruismo.
La copa que dejamos junto a la puerta de calle abierta simboliza justamente eso: con ella esperamos que el profeta Eliahu se una a nuestra salida de Egipto en nuestra mesa. Por eso, de la misma manera en que nos preocupamos del bienestar general de nuestro Pueblo, y de manera idéntica a como le abrimos la puerta a quien lo necesita, esta víspera de Pésaj reflexionemos sobre los hábitos y rutinas que debemos cambiar, no sólo por nuestra propia salud, sino también por la de aquellos que nos rodean. Para que todos podamos salir de esta ‘plaga’ juntos y sanos.
A nivel personal, aumente la frecuencia del lavado de las manos, no sólo antes de comer o después de usar el baño, evite salir de su casa, hágalo sólo en caso de emergencia, para comprar comida o medicamentos; evite acercarse a ancianos y enfermos crónicos, incluso si usted se siente sano no sabe si pudiera ser portador del virus y accidentalmente contagiar a otros; evite riesgos de accidentes domésticos, e incluso la gripe común, que pudieran hacerle visitar las salas de urgencia. Debemos descomprimir el sistema sanitario.
Y a nivel social, fíjese si en su edificio o barrio hay ancianos o enfermos que necesiten comida o medicamentos, y voluntarícese para asistirlos; llame por teléfono a sus abuelos o a aquellos que están en aislamiento para que no se sientan tan solos; libere su conexión de Wifi en las tardes, después de trabajar, para que sus vecinos mayores también puedan comunicarse con sus seres queridos.
Así, tomemos el ejemplo de China, y “los más fuertes del Este” cuidémonos y ayudemos a “los más débiles del Oeste” para que todos salgamos de esta crisis juntos y fortalecidos.