Los nuevos focos del Seminario Rabínico para el fortalecimiento del judaísmo latinoamericano
Entrevista al Rabino Ariel Stofenmacher:
Por LPI
¿Cómo ha sido hasta ahora la experiencia con la sede del Seminario Rabínico en Chile?
-Este es el tercer año desde que abrimos aquí. El Seminario tiene casi 60 años y sólo operó en estos años, los primeros cincuenta y pocos, en Buenos Aires. Y cualquier estudiante para avanzar en sus estudios tenía que llegar hasta esta ciudad. Acá fue la primera ciudad por fuera de Buenos Aires donde abrimos aulas de estudio, que son dirigidas por el Rabino Alejandro Bloch, y en las que son docentes algunos de los rabinos locales, en particular el Rabino Daniel Zang y el Rabino Ari Sigal. Y ha sido una experiencia muy interesante, porque algunas personas que de otra manera no tendrían posibilidad de tomar estudios judaicos de forma académica han podido hacerlo. Hoy en día la tecnología permite hacer un blend entre estudiar aquí en Santiago y seguir tomando cursos en Buenos Aires, que antes no se podía. Desde entonces hicimos lo mismo en Sao Paulo, un año después, y también es una experiencia interesante, es más o menos el mismo formato y estamos pensando hacer la misma experiencia en otros lugares más de América Latina, un poco más hacia el Norte, en México quizás. Mientras tanto, gracias a la tecnología, hoy día todos los programas del Seminario son al mismo tiempo virtuales como presenciales y tenemos estudiantes de España, de México, de Miami, de Chile, de Brasil y de otros lados.
Esta apertura de nuevas sedes en América Latina, ¿es parte de una nueva etapa del Seminario Rabínico?
-El Seminario, hace algunos pocos años, hizo una revisión de su misión estratégica y entendió que quedarse focalizado en la formación de rabinos, jazanim y morim no cumplía el espíritu original y fundacional. Entonces redefinimos la misión, enfocándonos a cómo fortalecer al Pueblo Judío de habla hispana y portuguesa. Bajo esa nueva mirada, comenzamos a crear programas diferentes. La misión tuvo tres implicancias prácticas: una es capilaridad, es decir, llegar a todas las ciudades y a cada persona, para lo que la tecnología nos ha ayudado. Segundo, hay un tema ideológico: el seminario está abierto a todas las vertientes pluralistas e inclusivas, en la multiplicidad de los programas. Y, tercero, una mirada de amplitud en la atención de servicios, en el sentido de identificar las necesidades de la judería regional y diseñar programas a medida de ellos.
¿Tiene esto que ver, también, con los cambios que se dan en estos tiempos? En el sentido de lo que planteaba el Rabino Marshall Meyer, Z.L., de que los masortim debían tener la Torá en una mano y el diario en la otra.
-Nunca hemos perdido ese espíritu, estar en ambos mundos al mismo tiempo es la gran distinción que tiene esta visión del judaísmo respecto de otras. Sin embargo, el cambio de estrategia no tiene que ver con eso, sino que tiene que ver con servir más y mejor a la comunidad judía.
En esta revisión ideológica del Seminario y el Movimiento Masortí, ¿se revisan también posiciones ideológicas respecto de temas de la sociedad no judía, por ejemplo la discriminación, los Derechos Humanos, la migración, etc.?
-El Seminario fue fundado por el Rabino Marshall Meyer, un adalid de los Derechos Humanos y de la Acción Social, influido por su maestro, Abraham Yeoshua Heschel. Entonces ve y atiende permanentemente las problemáticas que hay en América Latina e intenta, en distintos formatos -básicamente formatos de educación y de relacionamiento, o lobby, con entes de distinto tipo, religiosos, educativos en general, universidades y gobiernos- transmitir su visión, su preocupación e impulsar a que las cosas sean diferentes. Por ejemplo, hoy en la mañana tuve el placer de encontrarme con algunos representantes de la Iglesia Católica y tuvimos una buena conversación. También tuve la oportunidad de visitar ONAR, la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos. En esos encuentros, como en los que tenemos en otros países, transmitimos nuestras ideas, que son las ideas esenciales del Pueblo Judío, que es el Tikún Olam, tratar al próximo adecuadamente y transmitir ideas de base, como que la pobreza es algo inaceptable, que la desigualdad es algo que debe ser erradicado. Como dices, lamentablemente, el mundo está convulsionado y América Latina no está mejor.
¿Y qué pasa con las desigualdades al interior de las comunidades judías?
-Es un tema complicado. Nosotros instamos a las comunidades judías a que las brechas económicas se achiquen, y que las comunidades hagan lo necesario para achicarlos. La tradición judía es rica e impulsa a ayudar al que menos tiene. Cualquier metodología que tenga que ver con ayudar a otro a conseguir un trabajo digno o ayudar a alguien que está en situación de urgencia, es determinante. La tzedaká es esencial y hay que impulsar a cada comunidad. Porque cuando hablamos de que hay una brecha y hay desiguadad, sí hay alguien que tiene menos, pero hay alguien que tiene mucho más. Entonces, hay que impulsar al que tiene más a que se acerque y tienda su mano. Soy consciente de que en Santiago hay organizaciones hacen esto.
Y luego hay otra cosa: si esta brecha social inhibe a que una persona judía pueda participar en la comunidad. Eso no debiera pasar, y sé perfectamente que a veces las instituciones levantamos barreras, a veces demasiado altas, para que la gente entre. Las barreras más sencillas pueden ser, una cuota alta, pero hay barreras más altas, como tratar a la otra persona o la percepción de la otra persona de superioridad versus inferioridad, un tratamiento que no es justo. Sólo puedo instar a que las instituciones generen los espacios para que todas las personas se sientan bienvenidos, y como sabes sentirse bienvenidos tiene muchos aspectos, no es un tema objetivo, sino una percepción personal, lo que lo hace más difícil todavía.