¿Para qué rezamos?
Por Gachi Waingortin
Pero ojo: tenemos la chispa divina, pero no somos D´s. Según Rabí Israel Salanter, la frase: “Hu Eloheinu, ein od” no debe leerse: “Él es nuestro D´s, no hay otro”, sino “Él es nuestro D´s, no hay otra cosa más que Él”. Todo es D´s y no hay nada fuera de Él. Rabí Israel pone como ejemplo los muñecos de barro. Puedo jugar a que este es un niño y esta una niña, esta es la casa y este es el perro, pero, a fin de cuentas, no son más que barro.
La idea es preciosa, pero corre el riesgo de caer en el panteísmo, donde D´s es exactamente lo mismo que el universo, donde la naturaleza y todo lo que hay, es D´s. En la visión judía, D´s aparece como un Ser que es externo al mundo, pero que tras haberlo creado permanece involucrado en él, interviene en la Historia y la supervisa constantemente. Los teólogos actuales hablan de panenteísmo, una visión donde D´s existe e interpenetra cada parte de la naturaleza, pero se extiende más allá de ella. Así, D´s participa de la naturaleza y sin embargo también la trasciende; la naturaleza, entonces, es tanto una manifestación como un producto de la actividad divina. La metáfora del artista calza bien: el artista expresa su actividad creativa en su producto; luego se aparta de él, lo evalúa y se vuelve a acercar para remodelarlo y trata de mejorarlo siguiendo la evolución de su idea.
Abraham Yoshúa Heschel escribió dos libros, uno es “El Hombre no está solo” y otro, “D´s en busca del Hombre”. La idea es que el ser humano necesita a D´s tanto como D´s necesita al ser humano. Un rey sin súbditos no es rey, pero la caída de un árbol en la selva no trasciende si no hay un oído que escuche el estruendo. La necesidad es mutua y la plegaria es lo que nos une con el Creador.
Cuando pedimos a D´s, sabemos que no vamos a cambiar Su voluntad, por más que lo intentemos. Ignorar eso sería volver al pensamiento mágico, cosa que hemos superado desde la Edad Media. No podemos sobornar a D´s para que cambie Sus decisiones. Sin embargo, rezamos y Le pedimos en nuestros momentos de angustia, porque así nos sentimos menos solos. Rezar es poder sentir que debe haber un propósito en lo que nos sucede, porque es ese propósito lo que da sentido a nuestra vida: D´s es el Oído que escucha.
Como hemos visto en algún momento, Heschel analiza el tema de la tefilá y propone que existen dos tipos de plegaria: la plegaria como un acto de expresión y la plegaria como un acto de empatía. La primera es la que sucede cuando el alma ansía la comunicación con D´s. Se trata de algo íntimo y personal que no admite tiempos ni lugares preestablecidos. El estado de ánimo propicio para la oración viene primero; las palabras, llegan después.
La segunda, la plegaria de empatía, comienza cuando abrimos el sidur y leemos los textos de la liturgia, Al principio, el significado de las palabras puede resultarnos ajeno. Pero la experiencia de la plegaria no viene de repente, sino que crece ante la palabra escrita que nos ilumina con su riqueza, su firmeza, su misterio. Si verdaderamente estamos buscando su significado, gradualmente nos elevamos a la grandeza de la plegaria. Acá las palabras vienen primero, el sentimiento viene después.
Aunque la plegaria de expresión es un fenómeno universal, no es el más frecuente. De hecho, el tipo más común de plegaria es el acto de empatía. No es necesario un estado de ánimo especial para que empecemos a rezar; se llega a la plegaria a través del acto de leer y sentir las palabras del libro de oraciones, a través de la empatía con las ideas que impregnan las palabras. Los momentos en los cuales la plegaria surge del alma como un acto de expresión son valiosos, pero escasos. La plegaria de empatía siempre está disponible.
Por eso la tefilá tiene un rito: palabras, conductas, tiempos preestablecidos, que sirven para dar un marco a los sentimientos. Rezar de una manera predeterminada puede ayudar a que nos concentremos mejor en la difícil tarea de contactarnos con lo trascendente. Podemos rezar con las palabras correctas y que la tefilá sea genuina; o podemos rezar con las palabras correctas y que la tefilá sea una repetición mecánica, es decir, que no logre alcanzar el estado de plegaria como acto de empatía. Pero es un hecho que las melodías y conductas aprendidas ayudan al momento de rezar. Hay una búsqueda mutua: D´s nos busca a través de la Torá; nosotros Lo buscamos a través de la tefilá.
Estamos acercándonos a los Iamim Noraim. Con su liturgia tan especial, las Altas Fiestas nos proveen del ambiente propicio para alcanzar la tefilá por empatía participando de los rezos, escuchando el shofar, compartiendo con nuestros seres queridos y con nuestra comunidad. Solemos aprovechar la instancia para pedir a D´s un año bueno. Mejor que eso es agradecer por el año que ha pasado. Agradecer implica, no solo tomar conciencia de lo positivo, sino buscar la manera de capitalizar lo que sentimos como negativo. Ahí puede estar la llave a para tener un año realmente bueno.