Preparandonos para Rosh HaShaná
Por Rabino Eduardo Waingortin
En ese día, cada uno de nosotros pasa frente al Kadosh Baruj Hu y es Él quien emite un juicio sobre nuestra forma de usar el regalo de la vida.
La sola mención de que estaremos frente al Creador, en forma individual, en ese día, nos llena de una sensación especial. Por un lado, hay un poco de inquietud, porque es el Creador y es un juicio. Pero por otro lado, está la emoción y la convicción de que todo lo que hacemos es importante; que cada gesto, cada acto, aunque parezca anónimo, no lo es.
Hay un relato que aprendí de mis maestros, que habla de un niño jugando a las escondidas. Con mucha emoción, el niño ser escondió; pasaba el tiempo y pensaba: “Qué genial este lugar, acá nadie me va a encontrar”. Pero seguía pasando el tiempo y esa convicción de que había hallado el escondite ideal, comenzó a dejar paso a la sensación frustrante de que en realidad nadie lo estaba buscando. El niño se puso triste y se sintió desolado.
El ser humano no tiene que estar triste ni sentirse desolado, pues. D’s no deja a nadie sin Su atención. Todos pasamos bajo “el cayado del pastor”, como dice la oración del Unetané Tokef. Y Él mira nuestras heridas, nuestras dificultades; las conoce todas.
Él nos propone una sanación, que tiene que ver con el retorno al camino adecuado, y el retorno a Él, que es la fuente de todas nuestras bendiciones.
Este retorno –que en hebreo se llama Teshuvá- es aquella actitud que reafirma nuestra condición humana. En primer lugar, porque si tenemos que retornar es porque en algún momento equivocamos el camino. Y eso nos devuelve a nuestro espacio y nos hace crecer en humildad.
D’s sabe todo, es “el que escudriña en nuestros corazones”, como dicen los Salmos. Él sabe de nuestras buenas intenciones, y sabe también de nuestros fracasos y de nuestros temores. Frente a Él no hay nada que se esconda.
Cuando fue creado el ser humano -en nuestra visión alegórica del relato del Génesis- Adán es colocado en el paraíso junto a Java, Eva. Y tienen por misión trabajar y cuidar el mundo que se les confía. Sin embargo, trangreden el único precepto que D’s les dio. D’s le pregunta a Adán “¿Dónde estás?”, “¿Haieka?”. El hombre se esconde en el Jardín del Edén, y le contesta: “Escuché tu voz en el jardín, y temí porque estoy desnudo. Y me escondí”.
Somos Adán y Eva, muchas veces intentamos escondernos del llamado de D’s, sin saber que es una tarea imposible, y que -por el contrario- si en lugar de escondernos reconocemos nuestra desnudez frente a Él, podrá cubrirnos con un manto de sentido y ayudarnos en el retorno a un espacio de salvación.
Rosh Hashaná alimenta la hermosa sensación de que no estamos solos, que somos individuos, criaturas de D’s, que Le preocupamos y que confiamos en Su misericordia para que nos regale una nueva oportunidad.
La vida es una bendición, vivirla con la dignidad que D’s pide debe ser nuestra elección. Que en este año que se abre se cumplan las palabras de los sabios, que decían “Tijlé shaná ve kilelotea, tajel shaná ubirkotea”, que se termine el año con las maldiciones que contuvo y que comience un año con las bendiciones que seguramente D’s tiene previstas para cada uno de nosotros en forma individual, para nuestras familias, para el pueblo de Israel y para la humanidad.
¡Shaná tová! ¡Jatimá tová!