¿Qué rana quieres ser?
Por Vanina Rosenthal, Periodista, Consultora de marketing y comunicación estratégica
Las otras ranas rodearon el agujero, y vieron cómo sus compañeras saltaban sin parar para intentar volver a la superficie.
“¡No lo intenten más! ¡Van a morir! ¡Es demasiado profundo! ¡No sean pavas y dejen de saltar!”.
Gritaban tanto, que al final una de las dos ranas se dio por vencida y decidió parar. Se dejó caer al suelo, y murió.
Pero, la otra rana continuó saltando cada vez con más fuerza, hasta que salió a la superficie y les agradeció de todo corazón a sus amigas ranas por hacerle barra sin parar…
“¡Se pasaron amigas! Sin su apoyo no lo habría logrado”.
En realidad, la rana era sorda, y como sólo veía los gestos de sus compañeras, no las escuchaba, juró que la estaban alentando para seguir adelante y eso fue lo que más la motivó para seguir intentandon salir.
Moraleja: una palabra de aliento tiene más poder del que imaginas. Y un comentario negativo puede terminar de hundirte.
Últimamente me acordé mucho de esta fábula que alguna vez me contó mi bobe, y la busqué para compartirla en la columna editorial que todos los meses publico en Revista Velvet, donde trabajo. Una revista que es un claro ejemplo de optimismo, y que sigue adelante a pesar de que alrededor todos bajan la persiana.
Los relatos construyen realidades. Para bien, y para mal (no hace falta que ahondemos en Joseph Goebbels y los efectos de su propaganda Nazi).
Estamos viviendo algo que es nuevo, absolutamente desconocido y para lo que no estábamos preparados. Tenemos miedo, inseguridades, estamos nerviosos, ansiosos. Pero todos podemos elegir qué rana queremos ser. La que insiste, confía, y sigue saltando, o la que escucha lo que todos dicen, les cree, y se rinde.
Ahora pensemos juntos: si la reina Esther no hubiera confiado en ella, ¿habría arriesgado su vida para salvar a su pueblo? ¿Y si Moshé no hubiera sido optimista, habríamos salido de Egipto? Porque ningún pesimista camina lo que él caminó...
Si Anna Frank no hubiera creído que había futuro después de la Guerra, ¿se habría puesto a escribir un diario? Y si Teodoro Hertzl y Golda Meir no hubieran sido optimistas, ¿existiría Medinat Israel?
Hoy es el Covid-19, pero si nos ponemos a bucear un poquito internamente, vamos a encontrar ejemplos cercanos de personas comunes y corrientes que eligieron ser como la rana sorda.
Justo antes de la pandemia, mi hija más chica hizo su Bat Mitzva. Cuando la cambié de colegio, llamé al Mercaz para cancelar la fecha porque me habían convencido de que no iba a poder hacerlo, y no quería que eso se convirtiera en un estrés para nadie. Pero el Rabino Gustavo me llamó y me dijo que antes de rendirnos, había que intentarlo.
Cuento corto (para no entrar en detalles), mi hija fue y será la primera mujer en la historia del Círculo Israelita de Santiago en oficiar sola una ceremonia de Kabalat Shabat. El Rab confió en ella. Yo confié en ella. Pero hay algo más importante, y es que ella confió en ella.
Podemos quedarnos pegados todo el día viendo noticias, llenar la despensa como si la cadena de alimentos corriera riesgo de romperse, llorar sin parar y comernos todos los chocolates, o podemos pensar qué estamos aprendiendo, y cómo tenemos ganas de salir cuando podamos salir (y también comernos los chocolates).
No sé si este es el mejor medio para confesar que no soy una persona observante, pero aún así creo que esta pandemia vino a enseñarnos algo y tenemos que ser capaces de abrirnos a ese aprendizaje en lugar de dedicar tanto tiempo a pensar que el mundo se va a acabar… porque además no se va a acabar.
Sé que es difícil, que la información llega como spam por todos los grupos de whatsapp. Y la invitación no es salirse de los chats, ni apagar la tele o cerrar el computador. Es intentar elegir mejor los mensajes que queremos asimilar, mirar el vaso medio lleno, y tratar de encontrar lo positivo en medio de todo esto. ¿Pasamos más tiempo en familia? ¿Retomamos algún hobby? ¿Volvimos a hablar con alguien que hace mucho no hablábamos? ¿Aprendimos algo nuevo? ¿Sabemos vivir con menos?
No sé ustedes. Pero mientras pueda, yo siempre seguiré saltando. Y cuando logre salir -porque estoy convencida de que lo haré- espero verlos ahí.