René Samuel Cassin
Por Mario Suwalsky W
Francia el 5 de febrero de 1887 en una familia judía de ideología liberal. En
1968, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz “Por toda una vida
consagrada a la paz, la justicia y los derechos humanos y por sus trabajos como
redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Ese mismo año,
recibió el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, un reconocimiento
otorgado por la Organización de las Naciones Unidas a las personas y
organizaciones que hayan realizado aportes significativos en “la promoción y
protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales”
que, además de hacer una carrera universitaria, mantuvo un compromiso social y
político durante toda su vida. Su participación en la redacción de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, que le hizo conocido
mundialmente y por la cual fue galardonado en 1968 con el Premio Nobel, fue
sólo una etapa más en su larga vida de activista. Es difícil determinar el
número exacto de cargos que ejerció en el servicio público, en organizaciones
internacionales y en ONG. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el joven
Cassin ya se había doctorado en Derecho y Ciencias Políticas. Su vida militar
acabó en octubre de 1914, cuando fue herido de gravedad y tuvo que abandonar el
frente. Su compromiso personal con las víctimas de la guerra pronto le vinculó
a los movimientos por la paz y por el entendimiento internacional. En 1921
organizó un encuentro entre veteranos de guerra franceses y alemanes, y cuatro
años después, una conferencia internacional de heridos de guerra con
participantes de ambos bandos. Desde 1924 intervino en la Sociedad de Naciones;
Cassin estaba convencido de la necesidad de evitar nuevas guerras mediante la
creación de organizaciones internacionales.
supo conciliar su patriotismo con su origen judío. Tenía diez años cuando el
caso Dreyfus le reveló la existencia de un fuerte antisemitismo en Francia y
propició la fundación de la Liga de los Derechos del Hombre. En los años
treinta, un viaje a Palestina motivó su compromiso con los derechos de los
judíos y el fomento de su cultura. Se adhirió a la Alliance Israélite
Universelle, una organización que desde mediados del siglo XIX se dedicaba a
construir y ampliar escuelas y otras instituciones culturales en las
comunidades judías que había dispersas por el norte de África y Oriente Medio
desde su expulsión de España. Cassin percibió en seguida la gran amenaza que
suponía para los judíos europeos la ascensión de Hitler al poder. Veintiocho familiares
suyos fueron víctimas del holocausto. Sin embargo, para él “El objetivo
principal de Hitler era el exterminio de los judíos, pero eso también era parte
de un ataque a todo lo que representaba la Revolución Francesa: libertad,
igualdad y fraternidad.” Tras los Juicios de Núremberg, Cassin declaró que los
judíos solidarizaban con las demás víctimas y con cualquiera que hubiera
opuesto resistencia a los nazis, independientemente de su nacionalidad. Cassin
desaprobó tajantemente los Acuerdos de Múnich y se retiró de la Sociedad de
Naciones, en la que tenía puestas grandes esperanzas, porque era “una gran
máquina sin motor“. “El servilismo no trae la paz, sino que conduce a la
guerra“, escribió.
invadió Francia y la dividió entre el estado satélite de Vichy y una zona de
ocupación alemana, Cassin, como hombre de Estado más eminente, se unió al
exilio en Londres del general De Gaulle. Allí estableció las bases de la futura
Cuarta República: una constitución republicana que garantizaba los derechos
humanos, y la protección jurídica ante el gobierno ilegítimo de Vichy y sus
medidas ilegales, entre ellas, la expatriación de los judíos. Durante la guerra
confluyeron los elementos básicos del pensamiento y de la actividad política de
Cassin: un patriotismo ferviente “aunque con una orientación internacional“, la
lucha contra el antisemitismo y la persecución judía, el compromiso con los
principios jurídico estatales y el respeto de los derechos humanos. Por otro
lado estaba su vocación por la educación y la formación, que alimentó
trabajando en la Universidad y en la Alliance Israélite Universelle. Cassin
también representó al gobierno francés en el exilio en la War Crimes Commission
fundada en 1943 por los países aliados, que documentaba metódicamente los
crímenes del régimen nazi para más adelante poder llevar a los responsables
ante los tribunales. En 1944 aprovechó su cargo de mandatario de justicia del
gobierno provisional de De Gaulle para dotar a la jurisdicción militar francesa
de competencia judicial sobre los crímenes nazis, no sólo en territorio francés
sino en todos los países. Ésa fue probablemente la primera vez en la historia
que se postuló el principio de justicia universal para las violaciones de
derechos humanos. Pero en los Juicios de Núremberg, que para él también fueron
un triunfo del derecho frente a la violencia, Cassin observó que el concepto de
los derechos humanos era claramente insuficiente. Pocos meses después de la
sentencia criticó que el tribunal no se hubiera atrevido a aplicar el cargo de
“crímenes contra la humanidad“. Según él, el crimen de la persecución de los
judíos debería ser concebido como crimen absoluto, al margen de cualquier
guerra.
todo esto cuando, al finalizar el conflicto, fue enviado a la nueva Comisión de
Derechos Humanos de la ONU en representación de Francia. Como presidente del
Consejo de Estado que, entre otras cosas, ejercía las funciones de un tribunal
constitucional, ostentaba uno de los cargos públicos más importantes. Pero
Cassin vio en la ONU la oportunidad de hacer realidad lo que la Sociedad de
Naciones no había conseguido: establecer un nuevo sistema de paz sobre la base
de los derechos humanos garantizados. Volcó todas sus energías sobre su nueva
tarea y pronto se convirtió en uno de los líderes de la Comisión de Derechos
Humanos. Cassin no sólo aportó ideas fundamentales para la Declaración
Universal, sino que tuvo una participación importante en su redacción. El
derecho a la educación seguía siendo para él un objetivo prioritario, idea que
se refleja en el artículo 26 de la Declaración: “La educación tendrá por objeto
el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto
a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la
comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de
las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz”. Cassin tenía ideas
parecidas sobre el derecho a la libertad de expresión, las que junto a su
actitud claramente antifascista y su defensa de los derechos económicos y
sociales, le hizo sospechoso para Estados Unidos. También opinaba que el
derecho internacional debía tener prioridad sobre la legislación nacional y que
debían existir medios internacionales de coacción para imponerlo. Una de las
tendencias conservadoras de su pensamiento era su poco interés por los derechos
de la mujer. Durante su estrecha colaboración con el gobierno en el exilio de
De Gaulle, revocó la orden de expatriación de los judíos franceses dictada por
el gobierno de Vichy y les devolvió los plenos derechos civiles en la Francia
Libre. Al mismo tiempo siguió trabajando en la creación de instituciones que
también debían juzgar y erradicar las violaciones de derechos humanos en
Francia. Destaca especialmente la creación del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos en el que trabajó desde 1960 hasta 1968, primero como juez y los
últimos tres años como presidente. En 1969 fundó en Estrasburgo el Instituto
Internacional de Derechos Humanos. A lo largo de su vida Cassin intentó como
nadie compaginar la teoría con la práctica, el servicio público con el
compromiso civil, y el rigor judicial con la empatía humana. René Samuel Cassin
falleció en París, el 20 de febrero de 1976 y sus cenizas fueron transferidas
al Panteón de París.