“Soy una mujer profundamente judía, en eso nunca me he confundido”
Por LPI
¿Qué estabas haciendo cuando recibiste la noticia de que se te había otorgado el Premio Nacional de Artes?
-Estaba, como todos los días a esa hora, trabajando. Soy la Directora de Artes y Cultura de la Universidad Católica y cada día está lleno de afanes. No hemos dejado de trabajar; los días están llenos de decenas de pequeñas o grandes cosas que hacer.
Solo atiné a correr sollozando donde estaba mi esposo, que estaba haciendo clases en ese momento y arrimarme a él, porque no podía yo sola con la noticia. Por suerte estaban en casa mi hija con su esposo y mis dos nietos adorados, lo cual también fue como un buen colchón. Inmediatamente me comuniqué con mi familia, mis hermanos, mi madre, ¡que no entendían nada!
¿Cómo recibiste la noticia, te la esperabas?
-Fue una sorpresa muy grande. Nunca estuvo en mi radar la idea de presentarme a este premio porque lo consideraba tan fuera de mis posibilidades como subir al Everest. Pero después que salió en El Mercurio un reportaje con las candidaturas de varias personas muy eminentes, todos varones, las mujeres se empezaron a molestar y algunas amigas me hicieron presente que alguien debía llevar la bandera femenina en esta oportunidad. Por supuesto, me opuse y lo descarté totalmente, pero la presión fue muy fuerte, y en el último minuto accedí a que presentaran mi nombre. No acepté que se buscara otro apoyo que el del Rector de la Universidad Católica, y fue él quien me presentó. Pensé que si mi trabajo no hablaba por sí solo, era inútil buscar la ayuda de terceros para una postulación que, según yo, no tenía destino. Pero el jurado pensó otra cosa; jamás imaginé el desenlace de esta historia.
La segunda sorpresa fue la reacción de la gente. Recibí centenares de cartas y mensajes de Whatsapp que tenían como tenor la idea de que “se había hecho justicia”. Y yo me siento muy contenta de ese concepto. Creo que represento un sentir muy intenso de la comunidad artística chilena, y sobre todo de esa mitad de la población que se ha visto postergada por miles de años. Esto fue un mensaje muy claro y categórico: las mujeres estamos empezando a contar.
¿Puedes contarnos cómo es que llegaste de la arquitectura a la ópera?
-La verdad es que en mi vida personal fueron intereses que nacieron en paralelo. El año 1972 entré a estudiar Arquitectura en la Universidad de Chile y también entré a estudiar Canto en el Conservatorio. Pero en ese momento, hacer las dos carreras en paralelo se tornó imposible por diversas razones, todas de la más variada índole, y renuncié a Canto. Después del Golpe me fui a Israel, donde viví cuatro años. En la Universidad de Tel Aviv quise entrar a la carrera de Canto, pero no resultó. En cambio entré a estudiar Historia del Arte y Filosofía, ambas disciplinas que se han constituido en pilares fundamentales de mi desarrollo profesional. A mi regreso a Chile volví a la Escuela de Arquitectura y comencé a estudiar Canto. Al término del título de Arquitecto partí de Chile acompañado a mi marido a sus estudios de post grado, primero a Estados Unidos y después a Suiza. No alcancé a avanzar en los estudios formales en el Conservatorio, de modo que tuve que seguir formándome en EE.UU. y Europa con maestros privados, a quienes tengo mucho que agradecer. A mi regreso a Chile trabajé como arquitecto y seguí estudiando canto, hasta que mi carrera de cantante despegó y dejé la arquitectura un poco de lado.
Ud. dijo sentirse responsable de seguir liderando iniciativas culturales que lleguen a niños y jóvenes. ¿Cómo se logra eso, especialmente en estos tiempos en que las jornadas están ocupadas por las pantallas y clases online?
-Entre otras cosas, preparándose para cuando se acabe la pandemia y regresemos a la normalidad. Por ejemplo, tengo en preparación varios proyectos que necesitan desarrollarse y madurar. Por cierto, es habitual que sólo resulte un pequeño porcentaje de los proyectos, pero no por eso uno debe desencantarse. Al contrario, uno trabaja con más ahínco sabiendo que hay que esforzarse 10 para que resulte uno. Tengo mucha fe en un proyecto de ópera con niños, que ya hice una vez y que quiero re-editar. Ojalá resulte; ojalá encuentre los fondos para hacerlo y los directores de colegios se entusiasmen. ¡Sería maravilloso hacerlo en el Instituto Hebreo! Estoy segura que Sergio Herskovits estaría feliz de acoger un proyecto así, ¿te imaginas a los niños del colegio cantando La Flauta Mágica de Mozart? Sergio es un hombre que ama la cultura, ¡sin duda recibiría esta idea como maná del cielo!
¿Cómo fue para usted dedicarse a la música viniendo de una formación profesional distinta?
-Creo que la música y la arquitectura se cruzan en muchos niveles. No por nada ambos saberes formaban parte de lo que los griegos denominaban el quatrivium, la base de la formación superior de los jóvenes y la que les proveía del conocimiento y la actitud de profunda curiosidad frente al mundo que les rodeaba. Ambas disciplinas son muy cercanas en lo estructural. La sensibilidad que se necesita para un gesto arquitectónico se aloja en un lugar muy cercano a la que se necesita para describir el gesto musical.
¿Y cómo ha sido su experiencia en la academia de la PUC?
-La Universidad Católica ha sido una institución en la cual he podido desarrollarme y crecer de una manera como jamás podría haberlo hecho en otra casa de estudios. No puedo imaginar un lugar más benigno y acogedor para mí. Como judía, como mujer, como artista, solo he encontrado personas maravillosas que me apoyaron en todo y me permitieron entregar lo mejor de mí a la comunidad. Estoy tan agradecida de la vida que me puso en las puertas de esa institución y se me abrieron de par en par para que pusiera a trabajar toda mi inspiración, toda mi creatividad y capacidad. En la UC siempre se reconoció mi condición de judía, y eso es lo que yo más valoro; porque soy una mujer profundamente judía, en eso nunca me he confundido.
Si tuviera que definirla, ¿cómo definiría su carrera en torno a las artes y la música docta?
-Como una vida de mucho esfuerzo, estudio, focalización, sentido del objetivo, humildad ante el fracaso y alegría ante el trabajo bien logrado.
Por supuesto no ha sido un lecho de rosas. También ha habido mucho dolor y muchas renuncias, pero ¿quién se acuerda de eso ahora?