Un proyecto que crece y entrelaza a la comunidad judía con los vecinos Lo Barnechea
Por LPI
Y no sólo eso, porque lo que pretendía reunir a 20 voluntarios, convoca a más de cien, siendo familias completas las que se juntan frente a una pantalla a amasar en conjunto, con el acompañamiento espiritual de Gachi Waingortin, quien comparte con los participantes un breve shiur, dándole un sentido aún más espiritual y de crecimiento personal. Un proyecto maravilloso, que ha motivado aportes personales como el de Mario Kreutzberger e institucionales como el de la Comunidad Judía de Chile, CJCh, y que ya está siendo replicado por otras comunidades de Santiago, como la Comunidad NBI. Todos unidos por un mismo ideal. Todos amasando con el mismo amor.
Conversamos con parte del equipo de voluntarias de “Contigo” -Vivi Kremer, Esther Croudo, Daniela Roitstein, Ely Rothfeld, Jeanette Stifel, Silvana Aisemberg, Gisela Fischman y Evelyn Bravo- para conocer cómo nació esta iniciativa, cómo evalúan el impacto que tiene y qué significa -para ellas en lo personal y para el voluntariado del CIS en general- el resultado visto hasta ahora.
¿Cómo nació este proyecto?
Ely Rothfeld: Este es un trabajo de mucho tiempo que venimos realizando con nuestros vecinos. No nos vemos como un equipo que haga caridad, si no más bien un intercambio de cariño, de conocimiento, de información. Estamos insertos en una comunidad, y la comunidad es un espectro amplio, mucho más amplio que el de la sinagoga y el centro social, sino que estamos geográficamente en un lugar, y quizás detrás de estas grandes paredes no nos damos cuenta.
Vivi Kremer: Complementando lo que decía Ely, y me gustaría hacer hincapié, es que el evento de jalot para los vecinos surge por añadidura a todo un proceso, de casi cuatro años de trabajo, que venimos haciendo en terreno con los vecinos, inclusive con la brújula de las capacitaciones que tenemos con Mauricio Rosenblut y, en esa línea, nos movemos de lo que hubiera sido el trabajo asistencialista y empezamos a conocer a nuestros vecinos, y a entablar un vínculo que -en palabras de Mauricio- es un vínculo dignificante. Entonces, se trata de encontrar la luz que hay en los vecinos y de potenciar esa luz que a veces ellos mismos no ven.
Y a raíz de esto nació esta idea, para potenciar las mismas iniciativas que ellos han desarrollado para paliar esta contingencia de la pandemia, como estas ollas comunes. Sabemos que cada uno de los vecinos, de los referentes que están haciendo una olla, lo está pasando mal; para ellos el mismo día a día es un gran desafío. Por eso quisimos apoyarlos y entregarles algo que fuera parte de nuestra identidad.
Evelyn Bravo: Quisimos entregarles algo con sentido, que fuera parte de nuestra historia, no sólo darles el alimento y entregar algo con cariño
¿Y por qué decidieron hornear jalot? ¿Por qué no cualquier otro tipo de comida judía?
Jeanette Stifel: Queríamos darle un sentido. Nosotros siempre articulamos proyectos con los vecinos desde las habilidades de ellos, y en esta pandemia nos surgió la inquietud de cocinar para ellos. Y no nos dimos cuenta de lo virtuoso del proyecto que logramos. Siempre mirábamos de nosotros hacia los vecinos, y acá se hizo algo muy potente, que es el cariño de toda una comunidad amasando junta, y el cómo vas armando comunidad y el sentido que le da eso. Yo que soy bastante práctica y pensaba “Por qué no les mandamos la harina”, porque sólo el acopio y el coordinar 80 casas que amasaran me parecía una logística tremenda. Pero acá se creó algo tan virtuoso que es que logramos unir hacia adentro, a la comunidad junta, con algo que diera sentido a todos, en común.
Silvana Aisemberg: Ya sabíamos de experiencias de personas que estaban cocinando para ollas comunes desde su casa, muchas mujeres, y ahí se nos ocurrió dar algo nuestro. Tuvimos otras experiencias previas con jalot, nosotras trabajamos con otra fundación que se llama Tañi, donde concurren personas adultas con alguna capacidad limitada, y dentro de sus proyectos tienen amasado de pan, y horneamos jalot con ellos y con alumnos del colegio. Porque uno de nuestros objetivos es ese, llegar a los vecinos y articular a la comunidad judía con la gente del barrio, que nos conozcan y conocerlos. Todo lo que hacemos es para potenciar esos vínculos dignificantes. Y así surgió este proyecto, que leudó y creció, como la masa de las jalot.
Gisela Fischman: Una de las cosas que las cosas que las referentes de las ollas habían planteado es que ellas dan la comida, pero que a la gente le gusta tener un pancito con la comida. Entonces, pensamos en pancito y la asociación libre nos llevó a la jalá, que es el pan judío por excelencia. Decidimos convocar y armamos el Zoom, que además tiene otro componente, que es que se suma Gachi Waingortin y nos explica una Parashá, entonces ya no es solo una experiencia de estar amasando, que ya es súper potente, sino también un aprendizaje para nosotras y una oportunidad de crecimiento personal. Algo que pasa de algo tan pedestre que es el amasado de un pan a algo espiritual.
Y ya los vecinos empiezan a hablar de las jalot, ya no hablan del “pancito”, y ya hay un lenguaje compartido.
Daniela Roistein: Me gustaría agregar que nosotras conocemos los nombres de muchísimos vecinos, por ahí era gente que veíamos y no saludábamos, pero hoy en día es tan cercano el vínculo y tan dignificante. Eso también es darle un kavod (honor) a la persona. Yo personalmente soy vecina de una persona que vivía en la población Juan Pablo II y ahora vive acá, a tres cuadras de mi casa, y somos muy cercanas; cuando su marido falleció, fui al velorio.
EB: Y lo importante es que cada jueves, además de la gente de la comunidad, invitamos a los referentes de las ollas para que nos cuenten su experiencia. Eso es muy bonito.
¿Cómo evalúan, hasta ahora, el resultado de este proyecto?
JS: Lo que es bonito es que al mismo tiempo estamos lejos, pero estamos muy cerca. Esto sería muy difícil de hacer si hubiera que llevar gente a un lugar o que la persona de las ollas viniera. Tiene ventajas el Zoom.
ER: Toda la gente que participa está tan feliz de participar. Mi casa es casa de acopio y cuando llega la gente a dejar sus jalot, llega con una sonrisa hasta arriba. Todos se sienten parte del proceso, donde han pensado en el vecino, y este proyecto ha alcanzado dimensiones monstruosas en tres semanas, imagínate que podemos cubrir todo el pan de todos los almuerzos de viernes y sábado de las ollas.
Esther Croudo: Son ocho ollas, que alimentan a 1.460 personas en total, en distintos días de la semana.
DR: Y además del amasado de jalot, gracias a una campaña que el Círculo Israelita de Santiago con Contigo lanzaron, se les provee de productos para cocinar.
VK: Como punto de inicio de este proyecto, nosotros tuvimos un Zoom con todos los referentes de las ollas y fue muy interesante, porque nosotros los conocimos así. Había un vínculo, pero no los conocíamos a todos, y fue impresionante, porque de golpe nos contactamos con sus realidades, porque cada persona es una realidad. Y fue impresionante porque en ese primer Zoom, no nos pidieron nada. Uno cree que se acerca y te van a pedir algo, y no. Es al revés. Hasta que se genera el interés de que te acepten algo, es todo un proceso. Y hago hincapié en el proceso, porque este es un proyecto que se quiere replicar, pero construir los vínculos es lento. Uno puede estar al lado, y hacer del otro alguien invisible. Hasta que tiene un nombre y que sea alguien para nosotros, ha sido una construcción tan potente para este equipo, y la alegría de este proyecto es que sigue potenciando esta construcción.
Sarah Russo: “Esta experiencia ha sido lo más gratificante del mundo”
Sara Russo, que probablemente ya todos conocen por su negocio de productos horneados @sarahrussogourmet, en Instagram, cuenta que ya estaba apoyando ollas comunes, donando su producción completa de jalot, cuando se sumó a este proyecto del voluntariado “Contigo” del CIS. Para ella, el horneado de jalot es muy especial: la primera vez que lo hizo fue para su Bat Mitzvá. De hecho, para esa fecha, se propuso que cada mesa de su fiesta tuviera jalot horneadas por ella. Luego, para el embarazo de su primer hijo, le dijeron que hornear jalot permitía tener “un parto dulce”. Dice que ahí se reencontró con su receta y no paró más. “Para mí la jalá es algo súper lindo, porque es el amor puesto en una masa. Por eso, donar las jalot era un acto muy bonito, de amor”.
Recuerda que este proyecto en particular partió con una olla común de Lo Barnechea, haciendo un llamado a 20 voluntarias para que cada una hiciera 20 jalot. Ella hizo varias pruebas para llegar al tamaño y las medidas que les iban a pedir a las voluntarias. El primer día ya pudieron alcanzar dos ollas comunes y se empezó a “correr la bola”. Decidieron establecer puntos de acopio de las jalot, numerarlas y también envolverlas individualmente, para evitar la contaminación cruzada.
En tanto, en las ollas comunes recibieron el pan de muy buena forma, “ningún comentario mala onda, sino que entendieron que es un pan para nosotros era muy importante, que tiene un vínculo con D-s, y lo recibieron de muy buena manera”. Algunas vecinas, cuenta, empezaron a escribir en la semana para pedir la receta.
Sarah cuenta, también, cómo ha sido el backstage, en muchas de las mujeres que se han reunido para hornear lo han hecho por primera vez, y aun así se han preocupado de hacer la mejor jalá posible. Incluso algunas las decoran para niños, otras incluyen notas para los vecinos con palabras cariñosas escritas por sus hijos.
“Todo esto que está pasando nos viene a enseñar algo, tenemos que aprender y salir mejores personas, más empáticos, y la forma de hacerlo de ayudarnos entre todos. Y la comunidad hace eso, se ayuda y te apoya. Cuando estamos en el Zoom (del amasado) nos damos cuenta de que hay gente que está muy sola, y ahí se siente acompañada. Y se sienten parte, se sienten orgullosas de sus jalot. Es un círculo virtuoso muy lindo”, señala Sarah Russo.
“Esta experiencia ha sido lo más gratificante del mundo. Me cuesta poner en palabras el traspaso de amor que, para mí, hay en el hornear jalot. La familia, en torno a una mesa, se une. Y ver que hay tantas mujeres, hoy día, que están haciendo eso, en sus casas, ¡es a otro nivel! Lo comparten con sus hijos, más encima los niños están viendo esto, y es una actividad familiar que tiene como resultado que en la noche, en esa casa, se va a celebrar el Shabat. Es mágico, es atómico. Se me pone la piel de gallina, porque es impactante, y somos muchas”.