Un recorrido por el judaísmo francés
Por Gachi Waingortin
La historia de los judíos de Francia se remonta la destrucción del segundo Templo de Jerusalem, encontrándose trazas de presencia judía en la Galia romana. En la Edad Media, Francia ya era un polo de atracción de la cultura judía, pese a las cruzadas en el siglo XII y a los procesos contra el Talmud del siglo XIII, cuando el rey Luis IX (conocido como San Luis y que participó personalmente en dos cruzadas) obligó a los judíos a colocar un distintivo amarillo en sus vestimentas.
El siglo XIV estuvo marcado por la irrupción de la peste negra. Mientras la pandemia hacía estragos en toda Europa, la incidencia de la enfermedad en las juderías era nula, debido al aislamiento en el cual vivían los judíos y a las medidas de higiene que establece la Halajá, especialmente la obligación de lavarse las manos antes de comer, enterrar las heces y sepultar a los muertos el mismo día del fallecimiento, prácticas no habituales entre los cristianos. Esto propició la acusación de que eran los judíos quienes habían envenenado las aguas, generando grandes matanzas en las comunidades judías.
Pero hubo un grupo de judíos que no padeció estas vejaciones: los judíos "comptadinos" (del condado de Veinassin, también llamados “los judíos del Papa”) fueron protegidos por los pontífices. Entre 1309 y 1377, como consecuencia de rivalidades entre el papado de Roma y los reyes de Francia, la ciudad de Avignon se constituyó como sede papal. El impresionante palacio fortaleza que acogió a los papas durante casi un siglo permanece hoy como testigo de su opulencia y su poder.
La actitud de los papas de Avignon hacia los judíos fue ambigua. Mientras en las iglesias se seguía predicando contra "los pérfidos judíos", el Papa les ofrecía protección contra los ataques de la población local. Los judíos de los Estados Papales fueron desalojados de sus residencias y confinados en guetos en cuatro ciudades (las “Arba Kehilot”): Avignon, Carpentras, L'isle sur la Sorgues y Cavaillon. Hoy quedan sinagogas activas en las dos primeras y una que solo funciona como museo en la última.
La sinagoga de Avignon está en un edificio de estilo neoclásico construido a mediados del siglo XIX. Funciona como museo previa cita y también como centro comunitario, con servicios religiosos en Shabat y festividades. De la antigua judería, solo queda una puerta del gueto al costado de la sinagoga y el nombre de la calle, Jerusalem.
La sinagoga de Carpentras fue construida en 1367, después de que el papa Juan XXII, quien había expulsado a los judíos en 1322, les permitiera el regreso en 1326. Es la más antigua en funcionamiento de Francia y la segunda de Europa después de la de Praga. Se trata de un completo centro comunitario, con salas de estudio, un enorme horno para hacer jalot de tres metros de profundidad y una antigua máquina para hornear matzá (que funcionaron hasta principios del siglo XX), instalaciones que demuestran que la institución suplía todas las necesidades de sus miembros.
La sinagoga es simplemente bella. Muy parecida a la del Arizal en Tzfat en sus colores, pero bastante más grande, emociona por su ornamentación, sus lámparas, cortinados, su Arón Hakodesh y, sobre todo, por su perfecto estado de conservación (fue reconstruida en el siglo XVIII y restaurada a mediados del XX).
Pero la joya de la corona es la mikve, a la cual se accede por una puerta situada a continuación de las panaderías. En el subsuelo de Carpentras fluye un río subterráneo, el Sorgues (el mismo que, ya en la superficie, da nombre a L'isle sur la Sorgues). La mikve es un cuadrado de unos tres metros de lado, excavado en la roca. Sobre cada pared están labrados los escalones, que bajan hasta una profundidad de diez metros perdiéndose de vista en el agua totalmente transparente. La lógica de una mikve de esa profundidad es que había que bajar hasta el nivel del río, que podía variar según la época del año.
Encontramos otra hermosa sorpresa en la ciudad de Montpellier. En 1985, alguien compró un edificio en el centro histórico de la ciudad. Al intentar efectuar reparaciones, el piso de una de las salas cedió, descubriendo una mikve medieval que, al haber estado sepultada durante 500 años, se ha conservado intacta. El agua sube por capilaridad a través de la roca y está increíblemente transparente. La sala donde las personas se desvestían antes de realizar su inmersión tiene nichos en la pared de piedra para dejar las ropas y colocar leños o carbones encendidos que caldearan el aire.
Ser judío es una bendición. Pero tomar conciencia de los esfuerzos y la creatividad que tantas generaciones de judíos desarrollaron a lo largo de los siglos, supone un gran desafío y una hermosa responsabilidad.