Una historia de amor profundo y sincero por Israel y el idioma hebreo
Por LPI
Así fue la llegada del periodista Carlos Reyes Barría al estudio del idioma hebreo. A los 19 años, decidió buscar por Internet la Embajada de Israel en Chile y vio que había un concurso que se llamaba “Conociendo a Israel”, y el premio era un viaje por una semana. Él nunca se había subido a un avión. Se comenzó a preparar, estudió geografía, historia, etc., y fue a dar la prueba teórica, y quedó entre los 10 primeros lugares. Y esos 10 iban a la final que se televisaba en un canal evangélico. Había entrado a estudiar periodismo, pero no estudiaba nada de periodismo, sólo de Israel, los alcaldes, las plazas, las regiones, los primeros ministros. “Participé y, por los nervios, no gané, quedé en tercer lugar. Pero en el café que hubo en el concurso, conocí a la esposa del embajador, a gente de la embajada y de instituciones de la comunidad judía. Al año siguiente volví a concursar, pero quedé en segundo lugar, y dije “Bueno, quizás esto no es para mí”, pero había visto que existía en el Instituto Chileno Israelí de Cultura y me contacté con Myriam de la Fuente, coordinadora del instituto. Hice amistad con ella y empecé a colaborar, estuve cuatro años colaborando ad honorem, actualicé la página web y las redes sociales, y comencé a ir con Myriam a la Fiesta de los Idiomas, donde yo enseñaba hebreo básico”.
En ese contexto conoció a Sonia Reizin, que era benefactora del instituto. Fue ella que dijo “Si tanto quiere ir a Israel, mandémoslo a Israel”. “Un día me llama Myriam y me pregunta “¿Estás sentado?” y me dice que existe la posibilidad de que viaje a Israel por cuatro meses, al kibutz Yotvata, donde vivía una familia de la señora Sonia”. Fue la primera vez que viajó en avión, y la primera vez que fue a Israel.
En el año 2012, hizo un curso de introducción a hebreo en el Centro de Estudios Judaicos en la Universidad de Chile. Ese año también había un cupo para profesionales latinoamericanos en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Mientras tanto, él seguía colaborando con el Instituto Chileno Israelí de Cultura, y motivaron a que postulara. Yo estaba trabajando en La Tercera, quedó y se fue de nuevo a Israel.
Tras su viaje, Carlos vivió cinco años en Lima. En septiembre de 2018 decidió volver a Chile, y un mes antes decidió hacer lo que siempre había querido: un curso de hebreo gratuito y online. En enero de 2019 lanzo la página de Facebook “Hebreo cada semana” y publicó la primera lección. Cuenta que de a poco se comenzó a sumar gente. A la fecha, ya tiene 25.202 miembros y 45 lecciones publicadas, la mayor parte de ellas con ejercicios, tareas y repasos.
Junto a él, Gustavo -argentino que vive en Carmiel- y Elena -judía argentina que vive en España- apoyan las clases y a los alumnos resolviendo dudas, el primero, y como coordinadora del curso, la segunda. Carlos trata de resolver personalmente todas las dudas de los alumnos, pero a veces por su trabajo o la diferencia horaria no lo alcanza a hacer, y ahí entran sus ayudantes.
Con emoción, cuenta que le han escrito olim jadashim hispanoparlantes que apoyan las clases del ulpán que están cursando con las lecciones online de “Hebreo cada semana”. También lo contactan personas que están pensando emigrar a Israel y buscan aprender o practicar el idioma. “Muchos me dicen que lo que hago es una mitzvá, y puede ser, pero lo hago con el corazón, es algo que me gustaría perpetuar; no le veo fin”.
Nunca ha hecho ningún tipo de difusión ni publicidad de su página, y cree que la clave de su éxito es el boca en boca. “Me escribió una vez una señora que encontró el curso e invitó a toda su clase de olim de Hedera. Me dijo “Los olim de Hedera nos juntamos a ver tus clases”, y yo dije “Ah, bacán””. Según los datos que arroja la misma plataforma en Facebook, sus principales seguidores son de México, Argentina e Israel, y en las clases en vivo usualmente hay un promedio de 50 personas conectadas.
Como en el acercamiento de Carlos al hebreo fue fundamental la música, gracias a que a los 19 años conoció a su amiga israelí Anat -que no ha visto nunca en persona- que le envía música en hebreo para escuchar y estudiar. Eso lo motivo a crear, antes del curso, una página de canciones israelíes traducidas al español, donde ya hay unos 300 temas.
“Esto es algo que me llena, no tengo más interés que ese; lo único que quiero es que la gente comparta las clases. Siempre digo “Su compartir es mi sueldo”. Lo hago porque me gusta y me gustaría que cada vez llegara a más gente que lo necesita”, comenta.