Ver y ser vistos
Por Gachi Waingortin
La parashá continúa con diversas mitzvot que apuntan a una vida de sentido, como la kashrut, la separación del diezmo de nuestras ganancias, el agradecimiento, la celebración de las festividades. Y al final de la parashá leemos: “Tres veces al año será visto todo varón delante del Eterno en el lugar que Él escogiere…” (Deuteronomio 16:16). Cooper encuentra una interesante tensión entre ambos versículos. Los dos utilizan el mismo verbo, mirar. Uno en modo activo (reé, mira) y el otro en modo pasivo (iraé, haz que te miren, déjate ver).
¿Qué significa ver y ser visto? Hay una novela de H. G. Wells (fines del s. XIX) llamada “El hombre invisible”. Basada en la parábola del anillo de Gyges (en La República de Platón) narra la historia, llevada al cine en varias versiones, de un científico que prueba en sí mismo su invento: un suero que lo hace invisible. Al no tener antídoto, comienza a actuar más allá de toda ley, robando y asesinando impunemente a sus enemigos. La reflexión que propone, tanto el relato de Platón como el de Wells, es si el ser humano se comporta éticamente solo por temor al castigo impuesto por la ley. Surge una pregunta movilizante: ¿Qué harías si fueras invisible? ¿Utilizarías esa condición para hacer el bien o para el hacer el mal?
La pregunta no es retórica, es muy real. Cooper plantea si no son acaso las redes sociales un anillo de Gyges, facilitando un anonimato que permite generar memes de odio, Fake news y todo tipo de mensajes que quizás no nos atreveríamos a emitir dando la cara. Si esto ocurre en la vida virtual, también existe en la vida real, donde somos testigos de incendios y ataques vandálicos por parte de personas encapuchadas que se sienten invisibles e impunes ante la ley.
Pero hay otra novela titulada “El hombre invisible”. Escrita en 1952 por Ralph Ellison, narra la experiencia de un hombre negro que se siente invisibilizado en unos Estados Unidos blancos y racistas. Salvando las diferencias, el conflicto también está vigente en muchos niveles.
No miramos, no vemos. A veces a nuestros seres más cercanos, a nuestros hijos, a nuestras parejas. Invisibilizamos a aquellos con quienes no compartimos sentimientos de igualdad (judíos y no judíos por igual). Damos vuelta la cara para no ver los problemas ajenos cuando no nos afectan a nosotros directamente. Vemos a quienes queremos ver y dejamos al resto en la zona oscura de la indiferencia.
Ver y ser visto podría ser un principio de solución a los problemas que hoy nos aquejan. Debemos actuar siempre con responsabilidad. Cuidar lo que escribimos, reenviamos, retuiteamos, tratando de no hacer ni decir nada que no haríamos en modo presencial. La tecnología no es un anillo de Gyges, nuestra conducta debe ser ética sin depender de nuestro grado de exposición.
Debemos visibilizar a los invisibles, ocuparnos de su bienestar en lo que esté a nuestro alcance. Intentar saber qué sienten, qué necesitan quienes nos rodean, tanto en los círculos más cercanos como en los más amplios. Quizás así, nuestras familias y nuestra sociedad lleguen a ser lugares más gratos y justos para todos.
Un midrash al primer versículo de parashat Reé dice que cada ser humano tiene un ángel que camina delante suyo para protegerlo del mal, proclamando: “¡Abran paso a la imagen de D-s!”. Cooper lo explica muy bellamente: para realizar plenamente nuestro potencial humano y merecer nuestra condición de ser la imagen de un D-s invisible, debemos ser plenamente visibles. Debemos estar atentos para ver a los demás; y actuar responsablemente para que no nos incomode saber que nos están mirando. Sólo así lograremos distinguir sabiamente la bendición de la maldición. Esto puede ayudarnos a cumplir con la exhortación de D-s, que nos dice una y otra vez: “Ubajarta bajaim”. Elige la vida.