Hace ocho años, un grupo de padres del Instituto Hebreo comenzó a plantear una inquietud: ¿cómo podemos entender, de verdad, lo que viven nuestros hijos en su viaje a Polonia? Esa pregunta se convirtió en anhelo, y el anhelo en acción. Gracias a la visión compartida junto a Deborah Miranda y Viviana Kremer, y con el apoyo fundamental del Mercaz, comenzamos a construir Travesía, un recorrido histórico, educativo y espiritual para adultos de nuestra comunidad.
Desde entonces, han sido ocho años de curso, estudio, diálogo y memoria. Ocho años en los que hemos explorado el ascenso del nazismo, los horrores del Holocausto y, sobre todo, la capacidad del pueblo judío para reconstruirse después de la tragedia. Cinco viajes han sido posibles hasta ahora (la pandemia nos detuvo solo temporalmente), y cada uno de ellos ha dejado una huella imborrable en quienes participaron.
Un Viaje con Nombre Propio
Lo que distingue a Travesía no es solo su contenido, sino su espíritu: lo hacemos en comunidad. Lo conversamos en primera persona. Lo vivimos pensando siempre en cómo traer a Chile lo que vimos, sentimos y reflexionamos allá. No es solo un viaje al pasado, es un compromiso con el presente y el futuro.
Entre la Vida y la Ausencia
Travesía 2025 comenzó con una ceremonia en la Plaza de los Héroes del Gueto de Varsovia, rindiendo homenaje a los seis millones de judíos asesinados, a los sobrevivientes… y a los que hoy aún nos necesitan. Con el corazón también puesto en Eitan Horn y en los 58 secuestrados que permanecen en manos de Hamás, partimos el recorrido desde la memoria viva.
En el Museo Polin, exploramos mil años de vida judía en Polonia. En el cementerio de la calle Okopowa, nos conectamos con la diversidad y el legado vibrante de la Varsovia judía. Leímos un salmo en memoria de Máximo Hegel Hirsch z”l, marcando el cierre de su Shivá.
Cada jornada de Travesía es un contraste entre vida y pérdida, entre memoria y reconstrucción.
En Tiktin, revivimos la calidez del shtetl, caminamos por sus calles, bailamos en su sinagoga, reímos con historias de la comunidad. Pero esa alegría se quebró al llegar al bosque de Lupujowa, donde recordamos a la comunidad exterminada en 1941. Allí, hicimos un Kadish por la familia Kapitza, trayendo al presente sus nombres, su historia, su dignidad.
En Treblinka, enfrentamos el silencio de un lugar sin ruinas, sin vestigios… pero con ecos que siguen hablando. Leímos fragmentos del testimonio de Chil Rajchman y honramos la memoria con nuestra presencia.
En Cracovia, nos sumergimos en la historia de Kazimierz, entre sinagogas y relatos, antes de cruzar el río hacia el gueto de Podgórze. En el Museo Galicia, debatimos con la directora de Educación sobre la compleja relación entre judíos y polacos. Terminamos el día en el antiguo campo de Płaszów, alzando nuestras voces: Hineni – aquí estamos.
Auschwitz-Birkenau: El Corazón del Dolor
Frente a las puertas de Auschwitz, es imposible seguir siendo los mismos. Caminamos entre los barracones, los hornos, las vías del tren. Escuchamos testimonios, vimos los rastros del horror. Pero también encontramos destellos de humanidad que sobrevivieron al abismo: gestos de solidaridad, plegarias susurradas, una fe que se negó a extinguirse.
Y comprendimos que no llegamos solo a observar, sino también a ser vistos. A que el pasado nos mire y reconozca en nosotros a quienes llevan su historia. Venimos a dar testimonio, a reafirmar que la memoria late en nuestras palabras, en nuestras acciones y en nuestro compromiso con la vida, la identidad y el futuro.
Cerramos este día elevando una plegaria por la liberación de nuestros hermanos y hermanas aún secuestrados. Porque frente a la indiferencia, elegimos recordar. Y frente al olvido, elegimos actuar.
Legado y Esperanza
En Lublin, estudiamos Torá en la Yeshivá histórica, trayendo la sabiduría del pasado al presente. Y luego, en Majdanek, lloramos junto a las palabras de Halina Birenbaum, sobreviviente que nos regaló su dolor, su fortaleza y su esperanza.
En el espíritu de la parashá Ajarei Mot, recordamos: “ךומכ ךערל תבהאו”
– Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Ese amor, hacia nosotros, nuestra historia y hacia el otro, es el motor de este viaje.
El cierre fue en las calles del gueto de Varsovia, donde lo invisible pesa más que lo visible. Pero también escuchamos a Janusz Kowalski, un hombre justo, que de niño, junto a sus papás, salvó a una mujer judía escondiéndose durante dos años. Su testimonio nos recordó que la bondad existe. Que cada uno de nosotros puede marcar la diferencia.