El retorno del antisemitismo en la política
Por Oriente Medio News
estudio y tu trayectoria de investigación?
Universidad de Chile y me doctoré en el Reino Unido en 2004 en la Universidad
de Warwick. Desde esa época, he trabajado tanto en UK como en Chile. Hasta
2017, fui profesor titular de pensamiento social y político en la Universidad
de Loughborough en Inglaterra y ahora soy Profesor en la Escuela de Gobierno en
la Universidad Adolfo Ibáñez en Santiago.
historia del nacionalismo, cosmopolitismo, globalización y, en un sentido
amplio, sobre la historia del pensamiento social a contar del siglo XVII. En
general, me preocupan temas que buscan comprender los cruces entre desarrollos
históricos de instituciones y prácticas democráticas, por un lado, y las ideas
y valores sobre los que esas instituciones están construidas, por el otro.
conocer a Robert Fine, quien dirigió mi doctorado sobre sociología del
nacionalismo. Fine fue uno de los principales sociólogos británicos que retomó
el tema del antisemitismo como un asunto relevante no solo desde la perspectiva
de la historia judía, sino para comprender fenómenos más amplios como la
discriminación, la formación de las democracias modernas, el Holocausto y, en
especial, las contradicciones internas del antisemitismo de izquierda para
pensar una política de izquierda e internacionalista. Mi preocupación por el
tema del antisemitismo es entonces parte biográfica, como judío de izquierda, y
en parte también se vio reforzada por este vínculo intelectual con Robert Fine.
¿Qué observaciones son posibles desde él para entender la renovación del
extremismo en el discurso político y el antisemitismo actual?
ha ido desarrollando lentamente, con el tiempo. De la sociología, tomo su
capacidad de comprender las tendencias generales más relevantes de las
sociedades contemporáneas; de la filosofía, su capacidad reflexiva para
observar los fundamentos normativos, las justificaciones morales, con que los
actores sociales se relacionan entre sí en la vida social y política. Para
ello, me inspiro en pensadores como Hannah Arendt o Jürgen Habermas.
pertinentes para observar discursos políticos extremistas, en general, y
antisemitas en particular.
momento histórico extremadamente complejo, de alta inestabilidad y donde todo
parece estar en transición: la economía, la política, la identidad, la relación
con el medioambiente, las tecnologías. No hay teorías académicas, ni menos
ideologías políticas, capaces de explicar esa complejidad como una unidad; de
hacerla inteligible en un único marco de referencia teórico – muy posiblemente,
esa es ya una tarea imposible. Frente a la desilusión y ansiedad que esa
complejidad y cambio acelerado genera, los discursos extremistas, autoritarios,
surgen como alternativa porque simplifican la realidad en uno o dos grandes
factores a través de los cuales pretenden explicarlo todo para desde allí
prometer una suerte de vuelta al pasado. Un pasado donde los valores sí habrían
estado claros, las tradiciones sí se habrían mantenido estables y, por ello.
aparentemente se vivía mejor. Por eso no es casualidad que, en general, esos
discursos autoritarios hacen de la diferencia y la diversidad sus enemigos
principales: migrantes, minorías sexuales, disidencias de todo tipo. Como
cambios tan complejos como los actuales no se explican fácilmente, se busca un
chivo expiatorio a quien culpar, y esos grupos minoritarios son siempre los
primeros candidatos. No es casualidad entonces que en esos discursos
autoritarios las teorías conspirativas jueguen siempre un papel central. Y
apenas entramos en las teorías conspirativas, el antisemitismo está a la vuelta
de la esquina porque es la forma arquetípica, primigenia, de pensamiento
conspiracional – incluso antes del inicio de la modernidad.
es la característica central o definitoria de la historia de las sociedades
modernas durante los últimos 250 años, sí es una dimensión constante de su
desarrollo. Por ejemplo, si una narración convencional de la historia de este
período es la formación creciente de estados-nación autónomos en todos los
rincones del plantea, entonces los judíos no han respondido a ese patrón. Los
judíos se mantienen en la situación “extraña” de que no son “real” o
únicamente” una raza, un pueblo, ni una religión. Su permanencia histórica de
milenios es anómala, su relación problemática con las otras religiones
monoteístas es anómala, su existencia con posterioridad al holocausto es
anómala, y la vida independiente del estado de Israel es relativamente anómala
también.
calza realmente con las separaciones nítidas de la modernidad: clase, nación,
raza; tampoco con sus formas convencionales de integración vía ciudadanía.
evolución de los nacionalismos modernos? ¿Cómo queda definido «lo judío» en la
modernidad?
libro. Una primera cuestión es que el nacionalismo moderno, que se desarrolla
con fuerza en Europa a contar de la segunda mitad del siglo XIX, tuvo siempre
dificultades para comprender al judío, como lo decía en la respuesta anterior.
Puesto que no era un co-ciudadano en sentido estricto, pero tampoco realmente
un extranjero, el judío queda en esa zona gris difícil de definir. Desde los
escritos tempranos de Moses Mendelssohn y Marx sobre el tema, el antisemitismo
juega un rol central en la pregunta sobre cómo han de “integrarse” los judíos a
la vida nacional: ¿deben dejar de ser judíos? ¿pueden tener la “doble
condición” de ser ciudadanos de una nación y miembros de una comunidad
religiosa (o racial, como se lo asumía en la época). Los judíos, ¿“deben” o
“pueden” integrarse a la nación? ¿Cómo exactamente han de hacerlo? Estas no son
nunca preguntas de fácil respuesta y en distintos estados se resolvieron de
distinta forma; por cierto no siempre de manera pacífica.
ambigüedad, los judíos desarrollaron en esa época también sus propios discursos
nacionales; entre ellos, por cierto, el sionismo. Es fundamental comprender que
el contexto histórico del surgimiento del sionismo es justamente el de los
nacionalismos europeos de esa época. Y, como todo nacionalismo, se trata de un
movimiento extremadamente diverso: hay sionismos de derecha, liberales,
religiosos, culturalistas, marxistas, etc. Es más preciso hablar de sionismos,
en plural. Por otro lado, el sionismo no fue la única redefinición de lo judío
con el advenimiento de la modernidad: hay movimientos reformistas de toda
clase, movimientos abiertamente asimilacionistas, movimientos tradicionalistas,
movimientos marxistas anti-sionistas; etc. Dicho de otra forma, también fuera
del sionismo la vida judía se diversifica y complejiza de modo análogo a lo que
sucede en el resto de la sociedad.
la condición extraña, inestable, de lo judío en la modernidad se expresa la
presencia de un número tan significativo de intelectuales judíos que han hecho
justamente de la pregunta “qué es ser moderno” un tema central: Marx, Freud,
Kafka, Arendt, Benjamin para mencionar solo algunos de ellos. En todos los
casos, y con independencia de sus diferencias, todos ellos comprenden que la
condición judía les permite observar críticamente el desarrollo de las
instituciones y valores de la modernidad: la libertad y la dominación, la identidad
individual y colectiva, la cooperación y la competencia, lo local y lo global.
Es justamente su forma de comprender estas tensiones, donde lo judío juega un
rol fundamental aunque no siempre explícito, lo que ello contribuye de manera
muy importante a su estatus de autores clásicos. Hay libros muy interesantes de
Enzo Traverso y Michel Löwy al respecto.
posturas antisemitas puede haber muchos, aunque no hagan del antisemitismo un
tema principal que estructure por completo su esfera de acción. Jadue es uno de
los pocos políticos occidentales, luego de Corbyn en Inglaterra, que hace de su
obsesión antijudía y antiisraelí una bandera. Pienso por ejemplo en ese
proyecto de ley pensado para quitar la ciudadanía a los chilenos residentes en
Israel con el pretexto de que cualquier ciudadano que haya servido en un
ejército extranjero no debería portar más su ciudadanía de origen. ¿Por qué
crees que sucede esto en Chile?
accidente, una coincidencia; finalmente, como dices, casos como Corbyn y Jadue
son efectivamente la excepción antes que la norma. Es decir, podría tratarse de
líderes políticos cuyo antisemitismo podría ser accidental al hecho de que se
hayan transformado en líderes destacados en sus respectivos países – accidental
en el sentido de que no tendría por qué sr más significativo que su color de
pelo, su hobby preferido, o director de cine favorito. Pero me parece que hay
otra forma de verlo. Una es que tanto en el Reino Unido como en Chile hay un
“ruido ambiente” donde discursos antisemitas les han ayudado a formarse esa
visión de mundo y que, a su vez, hace de caja de resonancia cuando llegan a
posiciones de liderazgo. Si el antisemitismo se comprendiese como lo que es,
una forma de racismo, de discriminación, o incluso de discurso de odio,
difícilmente podría alguien con esa visión pretender ser primer ministro del
Reino Unido o presidente de Chile. Pero como el antisemitismo no es visto de
esa forma, sino que es más bien entendido como una estrategia “sionista” para
bloquear críticas a las políticas israelíes contra los palestinos, entonces
deja de ser un problema. En vez de ser visto como en un defecto que debiese
hablar en contra de su idoneidad para ser elegidos, los proyecta más bien como
líderes “comprometidos”, anti-sistema, anti-imperialistas. Aquí es donde el
tema de la aceptación implícita al menos del antisemitismo en esas sociedades
me parece que ya no es mero accidente, sino que tiene un rol bien fundamental
debilitamiento ideológico global que se produce con el fin de la guerra fría a
fines del siglo pasado, el conflicto Israel-Palestina parece congelado en el
tiempo y es algo así como el último conflicto que puede “realmente”
interpretarse con los lentes de la guerra fría: por un lado, el poder imperial
de USA y su estado lacayo, Israel, por el otro lado, la lucha anti-imperialista
de los palestinos y el mundo árabe en general. Esa cosmovisión, que ya era
errada y simplista en 1970 hoy es simplemente ridícula. Pero para una clase de
izquierda global sigue siendo la forma principal de observar el conflicto en
esa zona del mundo.
hay una comunidad palestina muy grande y tradicional en el país. A mi ese
argumento, en sí mismo, me deja frío: no creo que debamos buscar una asociación
entre antisemitismo y la comunidad palestina en Chile. Yo puedo entender el
rechazo a la ocupación israelí que hay entre la comunidad palestina, en
realidad no solo lo entiendo, sino que lo comparto. Pero no me atrevería a
decir que de ahí se sigue necesariamente un discurso antisemita – como sí lo es
en el caso de Jadue. No solo eso, diría que en la comunidad palestina hay
también mucha experiencia de discriminación producto de ese origen.
comunidad? ¿Cuáles son las tendencias actuales en América Latina en relación a
los judíos e Israel?
Latina porque no conozco la realidad de la mayoría de los países. Pero respecto
de Chile, sí hay algunas tendencias que me parecen importantes. La vida
comunitaria judía en Chile está, desde hace ya varias décadas, bastante cerrada
sobre sí misma. Al menos desde la época de la dictadura de Pinochet, la
comunidad judía ha decidido tratar de mantenerse “apolítica”, en el sentido de
no tomar partido, como comunidad, sobre eventos generales de la vida política en
el país, a la vez que busca mostrar una cara unida frente a aquellos temas que
les son relevantes: antisemitismo e Israel. Es un círculo vicioso que tiende a
privilegiar las posiciones más conservadoras y el estatus quo en la comunidad:
no hacer ruido, evitar pronunciarse sobre temas polémicos y, si hay que
hacerlo, entonces, mostrar un frente unido a toda costa. Como digo, esta
tendencia se arrastra por al menos medio siglo y ha hecho que la presencia
pública de la comunidad sea sumamente pasiva, reactiva, y a la vez hace que
muchos judíos no tengamos mayor interés en participar de sus instituciones
comunitarias dada la forma esencialmente conservadora en que se comporta. En
una situación como la actual, donde el país está evidentemente en un proceso de
cambio histórico, a la vez que un candidato presidencial como Daniel Jadue
tiene posiciones abiertamente antisemitas, la comunidad se queda sin capacidad
de reacción: solo sabe responder desde un rechazo genérico al antisemitismo y
una defensa acrítica de todo lo que hace Israel. La comunidad no es capaz de
abrir espacios donde las distintas contribuciones de la vida judía se expresen
en su diversidad, complejidad y pluralidad, no está preparada para distanciarse
de las políticas del Estado de Israel bajo ninguna circunstancia, no está
disponible para crear espacios de relación con distintos actores relevantes,
donde podrían haber puntos de encuentro significativos, no puede promover
nuevas perspectivas o programas para revisar sus vínculos con la sociedad en
general.
judíos, dentro y fuera de las instituciones comunitarias, puesto que es
prácticamente imposible hablar de cualquier tema judío sin que la conversación
(o las acusaciones) giren al conflicto palestino israelí. Lamentablemente, hay
muchos espacios de la vida pública donde la “cuestión judía” no existe como tal
sino que está secuestrada por la cuestión de la ocupación y los judíos se van
retirando de esos espacios. Pienso en tantas universidades donde no se puede
tratar ningún tema judío sin pasar por visiones maniqueas del conflicto en
medio oriente. Hay miedo y, tristemente, me parece que ese miedo es
justificado.
aproximación a conceptos como «sionismo» «antisemitismo»? ¿Qué pasa en la
academia latinoamericana que es incapaz de explicarlos correctamente?
latinoamericana. Puedo hablar con alguna propiedad de la academia británica y,
si bien allá hay mucho más investigación sobre estos temas, la politización
extrema de estos conceptos no hace que la discusión sea muy gratificante o
aclaradora. Por lo general, priman las descalificaciones, los boicots, los
prejuicios, etc.
el problema parece relativamente simple: si el sionismo es una ideología
política (da lo mismo con qué contenido), rechazar el sionismo no debiera ser
necesariamente un problema pues se trata de discrepar con un sistema de
creencias. Y, por supuesto, eso es muy distinto a tener animadversión contra
personas particulares debido a su religión, raza o nacionalidad. Ser
anti-sionista, para muchos en la izquierda, es otra forma de decir
anti-imperialista. El problema es que en la práctica de la discusión política
esta separación no funciona con claridad, y por varias razones. La primera es
que, después del holocausto, el antisemitismo abierto, aquel que habla mal de
los judíos como una cuestión “natural”, no es aceptable en la discusión
pública. Pero como esa forma de antisemitismo permanece, “sionista” ha devenido
la forma de referirse al “judío” cuando no se lo puede llamar judío
directamente porque, de hacerlo, uno sería acusado de antisemitismo. Este
“sionista” tiene ahora todas las mismas características negativas que antes se
asociaban a los estereotipos antisemitas tradicionales: usura, doble cara,
maldad, desconfianza, etc.
la versión oficial del discurso anti-imperialista, el sionismo ha sido descrito
como una forma especialmente nefasta de nacionalismo extremo; cercano al
fascismo (la idea de la maldad “única” del sionismo está ya construida sobre
estereotipos antisemitas tradicionales). Pero se desconoce completamente la
historia compleja y diversa del sionismo como movimiento. O para decirlo más
simplemente: el sionismo no es mejor o peor que ninguna otra forma de
nacionalismo. En mi opinión, la única forma genuinamente consistente de ser
anti-sionista sin ser antisemita es ser una suerte de
internacionalista-anarquista y oponerse a todos los nacionalismos del mundo por
igual. Sin excepción.
una regla en la política chilena contemporánea?
sentido de que, si bien mucha de la izquierda política en el país no distingue
entre anti-sionismo y anti-semitismo, eso sucede por ignorancia, falta de
interés, u otras razones, mientras que en el caso de Jadue él tiene creencias
abiertamente antisemitas. Jadue sabe de este tema y usa estratégicamente los
distintos argumentos antisemitas como pez en el agua: compara Israel con los
nazis, compara su anti-sionismo con el anti-sionismo de judíos ortodoxos, se
defiende de que no es antisemita porque, como descendiente palestino, él sería
también “semita”, etc. No digo que sea fácil, ni evidente, pero creo que hay
bastante espacio para educar y explicar los problemas de antisemitismo que hoy
son parte tradicional del discurso de izquierda más allá de Jadue. Al mismo
tiempo, por eso me parece que su alta visibilidad pública, así como la
posibilidad de que sea candidato de un bloque tan importante de la izquierda en
Chile es un retroceso muy importante y representa un peligro para judíos y
judías en Chile y el continente.