El pasado domingo 19 de diciembre, Gabriel Boric Font, magallánico, ex Presidente de la FECH, diputado, militante de Convergencia Social, con 35 años de edad, se convirtió en el presidente electo de Chile, con un 55,87% de las preferencias, alcanzando la mayor votación que ha obtenido un presidente en democracia -4,6 millones de votos- en unas de las elecciones con mayor participación de las últimas décadas (55,6% del padrón electoral).
Fue, también, una de las elecciones más difíciles desde el retorno a la democracia; para algunos analistas, la más polarizada del último tiempo. Robert Funk, PhD en Ciencia Política y académico de la Universidad de Chile, sin embargo, no comparte esta visión, ya que -en su opinión- no se enfrentaban dos extremos.
“Creo que se dieron las circunstancias para que pareciera polarizado, porque teníamos -supuestamente- la extrema derecha contra la extrema izquierda”, señala Funk, y agrega que “sin embargo, Gabriel Boric había hecho todo lo posible para no ser extremo. Si uno toma el Boric de 2010, un joven de 20 años, hay una performance ahí qué tiene que ver con la política universitaria, con la juventud. Si uno se queda ahí podría decir “Ya, este es un tipo de extrema izquierda”. Pero después ve su trayectoria política desde entonces y, consistentemente, no solo para las elecciones, ha habido una evolución, una disposición a aprender, a reconocer errores, una crítica a los regímenes totalitarios como Nicaragua y Cuba; eso ha sido consistente. Uno mira el trayecto, y fácilmente se ve que es un trayecto socialdemócrata y que es un modelo tipo Escandinavia. Entonces, eso es muy distinto a tener una persona al otro lado que dice que quiere defender el legado del régimen de Pinochet, que se ubica un cierto lugar”.
En segundo lugar, explica Robert Funk, está la polarización que se asumió tenían los votantes. “Cuando uno mira los resultados de las elecciones, hay dos posibilidades: una es que Chile esté polarizado y que la distribución del voto sea en forma de U, con muchos votantes ambos lados, y otro es que que la distribución de voto sea la normal, que es una U invertida, en la que -por alguna razón- los liderazgos son polarizados, no los votantes. Yo creo que eso es lo que hemos tenido y ha sido porque el centro no ha sido capaz de producir partidos, liderazgos o proyectos atractivos. No hay una capacidad de canalizar ese votante de centro. Pero cuando uno ve el resultado y que el 80% votaron a favor de un proceso constituyente, eso no es polarización; si uno ve que millones y millones de personas salen a la calle, eso no es polarización; el nivel de participación en esta elección con los resultados que tuvimos, eso no indica polarización. Hay un consenso bastante amplio de que Chile quiere cambios sociales, una nueva Constitución, pero lo quiere de forma moderada, nada extremo; quiere mayor protección y mayor regulación. Nadie está hablando de nacionalizar nada, ni de tomarse las casas, eso simplemente no está en la discusión. Entonces yo no veo dónde está la polarización”.
Aunque todavía el Servel no entrega la información detallada de la distribución de votos en cuanto a grupos etarios, género y otros, ya se asigna un rol importante a los jóvenes y a las mujeres en el triunfo de Gabriel Boric. ¿Crees que fue lo que determinó la elección?
-Primero, creo que una de las cosas que fue un motivante muy fuerte, por lado y lado, fue el miedo. Mucha gente votó por Kast por miedo a Boric, al comunismo o a “Chilezuela”. Por el otro lado, Kast hizo muy poco para bajar el nivel de angustia que podría causar su campaña, trato de hacer un giro hacia el centro, pero había un discurso súper autoritario. Estaba todo el tema de las mujeres, anti LGTBI+, eso de los arrestos fuera de las cárceles. Creo que la gente se dio cuenta que al final del día es lo que él dice ser, un pinochetista que admira a Bolsonaro.
Aparentemente eso explica el aumento en participación de las mujeres, especialmente de mujeres jóvenes, que es interesante porque históricamente las mujeres en Chile votaban por la derecha. Y eso ha ido cambiando en el tiempo, pero con esta elección fue muy notorio. Y lo otro es el clivaje generacional, y eso tiene que ver también con el tema de los miedos y los no miedos. La caricatura del votante de Boric es el de una persona que nació en democracia, que probablemente fue a la universidad, de clase media y de Ñuñoa. Y yo creo que, efectivamente, ese sector no tiene los miedos que tiene la gente mayor, de la dictadura, de la transición, de ir demasiado lejos, a protestar, al comunismo. Es una generación que tiene otros miedos. Sus dilemas tienen que ver con el medio ambiente, con el cambio climático, con la economía. Es una generación que llegó a la madurez en un mundo post crisis 2008-2009, donde ya llevábamos más de 10 años con muy bajas tasas de crecimiento, bajos niveles de oportunidad y de movilidad social. Entonces, al final, llevamos 10-12 años en eso y uno dice “No, este es el modelo que funciona”, pero a ellos no les funciona. Yo creo que esa diferencia generacional también es muy clave.
¿Qué pasa con el clivaje de clase? ¿Hay un retorno a la dinámica “Clase baja-élite”?
-Sí, creo que hay un elemento de clase pero no es la antigua, no es la lucha de clases de Marx, de Lenin o de Allende; la clase que vota por Boric es una clase media frustrada, no es la clase trabajadora pero se consideran trabajadores, y por eso Boric habla en sus discursos de trabajadores y trabajadoras, del pueblo. Me llama la atención esa cosa medio romántica y atávica del lenguaje.
Pero quiénes son los trabajadores hoy en día: no son personas que trabajan en una fábrica de acero, son personas que trabajan en un mall o en una oficina, trabajan duro, se sienten abusados o no les alcanza la plata. También son estudiantes, personas que van a la universidad. Pero aun así es una clase frustrada.
Y por el otro lado, en la derecha, hay una clase empresarial a la que le ha ido muy bien durante muchos años, y -por tanto- no se ha dado cuenta de los conflictos sociales que ellos mismos crearon a través del modelo. Entonces, le temen a una clase trabajadora, pero no es la gente que se va a venir a tomar la fábrica, es la gente que quiere participar, la gente que quiere contribuir, que quiere tener voz.
Una comunidad expectante
Inmediatamente después de la elección, la Comunidad Judía de Chile, CJCh, publicó en sus redes sociales un saludo al presidente electo y buenos deseos para su próxima gestión. El mensaje generó el rechazo en muchas personas que, legítimamente, consideraron contradictoria esta posición con el discurso extremadamente crítico de Gabriel Boric respecto de Israel, y ocasionalmente de la comunidad judía.
Gerardo Gorodischer, Presidente de la CJCh, en una entrevista con Radio Sefarad post elección, señaló que “Boric no es Maduro”, aludiendo al gobernante de Venezuela y a la analogía que se hace respecto a la posición ideológica de ambos. Conversamos con él para conocer sus impresiones y también el análisis que hace de esta elección, así como las expectativas de la dirigencia comunitaria respecto del próximo Gobierno y su relación con los judíos e Israel.
Gerardo, ¿cuál es tu sensación personal y como presidente de la comunidad después de la elección?
-Creo que, para la comunidad, ninguna de las dos opciones que teníamos el domingo eran opciones que nos identificaran completamente, por un montón de razones. Una, porque José Antonio Kast era de extrema derecha, tenía una posición respecto de las mujeres y de la minorías sexuales, y una falta de reconocimiento de la necesidad de entregar igualdad y una mejor calidad de vida, además de la serie de reivindicaciones que se habían levantado. Por el otro lado, tenías un candidato joven, con bastante intransigencia, que fue cambiando su discurso en la medida que avanzaba el proceso eleccionario, lo cual generaba dudas de si era realmente lo que pensaba o lo decía para poder convencer. Pero, la verdad, al final del día eran esa las alternativas que teníamos y no había más.
Además, creo que Chile -en general- tiene una mirada más bien de centro y en esta elección la comunidad, en el mismo sentido, se vio poco representada. Conversé con mucha gente de dentro y fuera de la comunidad que me decían que no se sentían representados, y muchos de ellos ejercieron o no el voto por distintas razones.
Ahora, efectivamente nuestra comunidad es diversa y hay de todo, por lo que aprender a respetar eso, y entender que la gente tiene formas distintas de pensar y ver la vida. Eso no tiene nada malo, tenemos que entendernos y trabajar juntos, porque el pueblo judío es diverso.
Lo que tenemos que hacer es tratar de motivar a la gente al respeto, a no polarizar y a no institucionalizar la política, que es lo peor que puede ocurrir.
En cuanto a la posición de Boric respecto de Israel, ¿qué relación espera que tenga con el Estado Israel? ¿Qué relación espera que tenga con la comunidad judía chilena?
-Lo primero que tenemos que entender es que acá nadie ha tratado de esconder lo que dijo Boric; lo que dijo, lo dijo. Pero así también creo que, primero, hay desconocimiento de su parte respecto de Israel, de la comunidad judía en Chile y de la comunidad judía internacional, desde el punto de vista de la visión que tenemos respecto del conflicto palestino israelí.
Él ha estado muy cercano a un lado de la historia y eso puede, de alguna manera, llevarlo hacia una tendencia. Pero también demostró, después de un par de conversaciones que tuvimos, un proceso en el cual entiende que hay diferencias, pidió disculpas por el incidente de Rosh Hashaná con la miel y también es valorable que haya mandado un saludo para Jánuca a través de Twitter, aunque haya sido en campaña, pero entendiendo que él en su mandato querrá representar a todos los chilenos.