Un homenaje a cuatro voces
Por LPI
Nicolás Pinto, hijo:
“Mi mejor amigo, confidente, un verdadero ejemplo de vida”
“Familiar, siempre preocupado de su familia 24/7, no importa la hora ni la circunstancia. Podía estar en una reunión de trabajo, pero si lo llamaba uno de sus hijos siempre contestaba. Toda la vida preocupado de unir a la familia de todos lados. Toda la vida entregándonos valores y mostrándonos el mundo, empujándonos a dar un paso más allá”.
Con estas palabras define Nicolás Pinto a su padre. Según relata, uno de los recuerdos que atesora con mucha emoción era la manera que tenía Pablo de ayudar al prójimo, y cómo lo inculco a toda la familia. “Me recuerdo cuando me iba a dejar al colegio, todos los días parábamos en un servicentro a comprar un café y un sándwich. No era para nosotros, sino para regalárselo a una persona que vivía en situación de calle por el sector. Ese tipo de gestos hicieron que yo pudiera ver el mundo con otros ojos”.
Además de ser su hijo, Nicolás trabajó durante 12 años con él, primero en el Estadio Israelita y luego en el Mercaz. “Toda la vida fue mostrándome la belleza de su trabajo. El hacer feliz a sus clientes y que todo saliera como ellos querían, era una de sus grandes pasiones. Vivía y vibraba con cada evento. Aprendí con él desde chico, trabajando en muchos eventos. Luego, pasados varios años, me dio la posibilidad y confianza de quedar a cargo de algunos eventos. Siempre supervisado por él, como dije en la Shivá, porque no permitía que nada saliera como no correspondía. Ya con el paso de los años y luego de demostrarle que ya estaba listo para poder seguir sus pasos, abrimos un local de comida preparada. Fue un sueño para ambos este tremendo logro. Mi papá siempre quiso un local en el cual su querida comunidad pudiera disfrutas de todas las delicias que se preparaban con tanto amor y cariño”.
Como jefe era un verdadero maestro, exigente y detallista. “Me enseñó este hermoso mundo de la banquetería y comida preparada”. Como compañero de trabajo, “era un líder nato, siempre enseñando todo lo que sabía. Le encantaba entregar todos los conocimientos posibles”. Como padre, “mi mejor amigo, confidente, un verdadero ejemplo de vida. Apañador a full, siempre aconsejando. Mi papá era una persona que, aunque pudiese tener un problema personal, siempre estaba con una sonrisa. Si alguno tenía un problema, para él era un nuevo desafío ver cómo ayudarte. Nos encantaba viajar juntos, tuvimos muchísimas aventuras solos los dos y también en familia, lo cual se aprecia de por vida. Me enseñó el mundo, me abrió los ojos, me impulsó a atreverme, a dar cada día un nuevo paso más en la vida. Me enseñó a valorar a las personas y buscar siempre la felicidad”.
Nurit Raichman, esposa:
“Era un hombre completo, un luchador, dedicado y entregado a su familia y su trabajo 100%, con un corazón de oro”
Nurit, ¿cómo se conocieron con Pablo y qué fue lo que te gustó de él?
-A mi Pablito lo conocí cuando hizo mi fiesta de 15 años y él estaba llegando recién al estadio; al pasar de los años nos comenzamos a ver en actividades y labores comunitarias y teníamos muy buen feeling. Todos los años lo llamaba para su cumpleaños y en 2008 acordamos salir a comer y conversar, ya que teníamos mucho en común, pero ninguno de los dos se imaginó lo que pasaría a futuro, éramos muy buenos amigos. Ese día nos quedamos conversando hasta las 9 de la mañana, sin bostezar. Desde ahí no volvimos a separarnos, los dos sentíamos mariposas en el estómago. Lo que más me gustó fue su sabiduría, tenía tema para todo, me hacía reir y disfrutar en cada instante
¿Si tuvieras que definir a Pablo en un adjetivo, cuál sería y por qué?
-Ireemplazable. Aunque muchos digan que todos somos reemplazables, Pablito jamás lo será. Era un hombre completo, un luchador, dedicado y entregado a su familia y su trabajo 100%, con un corazón de oro, lo que más le importaba es que los que lo rodeaban estuviesen felices y conformes, era humilde, solidario, siempre ayudando de forma anónima al prójimo, incondicional, fiel, un gran profesional, mediador, fundamental, un gran pilar y ejemplo, en resumen, un”mensch”.
¿Cómo era como esposo y compañero?
-Era todo: mi compañero, mi partner, mi amigo, mi consejero, el que lograba abrir y cerrar mis ojos con dulzura, el que me enseñó que habían diferentes formas de vivir y de gozar la vida, el que me hacía reír, el hombre que amaba y cuidaba a sus hijos, a su hermana, cuñado, sobrinos y sobretodo a mis niños, a quienes acogió como si fueran propios, les enseñó tantas cosas y logró encaminarlos.
¿Cuál crees que es el legado que deja a la comunidad judía chilena?
-Pablito por sí solo, es una institución en la comunidad, un hombre que partió de cero y logró unir a generaciones y familias en momentos tan importantes de su vidas, un gran profesional que marcó la vida de la gran parte de las familias de la comunidad y otros. Cómplice y mediador tantas veces, cada evento para él era importante, fuese pequeño, grande o voluntario, como en CISROCO, que fue su gran preocupación durante años. Entregaba todo de sí.
Sonia Pinto, hermana:
“Estoy segura que mi querido hermano estará por siempre en el corazón de nuestra comunidad”
Sonia, ¿quién era Pablo para ti?
-Un hermano increíble, presente, cariñoso, generoso, desde niños me cuidaba y protegía, pasábamos mucho tiempo juntos. Puedo decir que nuestra relación fue de una confianza absoluta, nos unió un amor profundo. Como todos los hermanos, a veces peleábamos y nos enojábamos, sin embargo rápidamente esa pelea se olvidaba y todo seguía como siempre.
¿Qué recuerdos de infancia tienes con él?
-Recuerdos de infancia hay muchos y muy lindos: los paseos con nuestro papá al Cajón del Maipo, a él le encantaba llevarnos y enseñarnos acerca de la naturaleza y los cerros; las visitas a la casa de nuestra abuelita paterna, donde nos juntábamos con muchos primos y lo pasábamos tan bien. Pablo era el regalón del abuelito Boris Epstein, padre de Pola, nuestra mamá, él vivió muchos años con nosotros y eran muy unidos y cercanos, todos sufrimos mucho cuando falleció pero para Pablito fue más duro. Cuando jóvenes me salvó de varias situaciones difíciles y hace algunos años también, lo que le agradezco eternamente.
Nos hacíamos muchas bromas y nos poníamos sobrenombres, debo reconocer que él era mucho más creativo que yo, de eso no hay duda.
¿Cómo crees que será recordado como persona?
-Como un hombre cálido, empeñoso, trabajador, leal y correcto, muy amigo de sus amigos, preocupado por la familia y por todos los que trabajaban con él, muy directo lo que a veces -aunque lo conozco bien- me sorprendía. Entretenido, bueno para conversar y aconsejar, le encantaba cocinar cosas ricas para la familia, lo disfrutaba y lo hacía feliz.
¿Cuál crees que es su legado a la comunidad?
-Siento que Pablo deja un tremendo legado, desde niño estuvo ligado a los eventos y banquetería, eran parte de él, lo hacía con esmero, amor y cuidado. Le gustaba que todos fueran felices, anfitriones e invitados, junto a sus colaboradores y a Nurit hicieron que cada Evento fuera único e inolvidable.
Así me gustaría que se le recuerde, y por todo el cariño que como familia estamos recibiendo, estoy segura que mi querido hermano estará por siempre en el corazón de nuestra comunidad.
Max Seguel, colaborador:
“Era una relación de mucho respeto”
Max y Pablo se conocieron, por azar, a mediados de 1986. El padre de Max trabajaba como garzón con Pablo, que un día se había comprado un computador. Max estudiaba computación. “Entonces dile que me lo haga funcionar, porque no tengo idea cómo funciona esta cuestión”, le dijo Pablo al padre de Max. Así comenzó una relación laboral y de amistad que duró 34 años.
Max comenzó hacieno las planillas de sueldo y más adelante, a medida que crecía la confianza, le fue dando más responsabilidades. Lo puso a cargo de la cafetería cuando estaban en el Estadio Israelita, donde empezaron a trabajar juntos. “Primero, de joven tuvo una rotisería, en Colón con La Capitanía. Su padre era concesionario del Círculo, cuando estaba en Serrano, y luego de la Comunidad Sefaradí y de la B’nai B’rith, y comenzó a trabajar con él, y cuando tuvo la oportunidad de entrar al EIM, se independizó”.
“A él le gustaba que uno fuera multifuncional, no que hiciera una sola cosa. Le gustaba que uno pudiera desde barrer a atender a un cliente, al igual que él”. Max pasó por la contabilidad, por la cocina, por la caja, trabajó como garzón y ayudante del Maitre. “Y no me acuerdo cuándo fue, pero en un momento me convertí en su mano derecha y quedé a cargo de todo”.
En el año 2011, Pablo Pinto dejó la concesión del EIM, para asumir la concesión de la nueva sede del CIS, el Mercaz, donde se mantienen hasta hoy, a pesar de estar detenidos los eventos por la pandemia.
“Su filosofía de trabajo era siempre buscar la forma de satisfacer al cliente, tanto al que lo había contratado como a los invitados, y nunca decir que no. Nosotros buscábamos que nadie se fuera sin probar nuestra comida. Eso fue marcando el sello que Pablo Pinto fue dejando. Y al mismo tiempo, cumplir las expectativas de la gente, que eran cada vez más altas”.
Su relación era profesional, pero profundamente cercana. “Me respetaba mucho, yo le decía “Usted venda, me dice lo que vendió y yo lo hago”. Tengo mi estilo, y al mismo tiempo que teníamos un estilo común, pero no podíamos ser gemelos; en algunas cosas teníamos nuestras diferencias, pero nos respetábamos. Él mismo lo decía abiertamente, “Esta es la relación más larga que he tenido”, y nuestra relación prácticamente era un matrimonio, con lo bueno y lo malo, pero con mucho respecto; cado uno respetaba al otro en lo que cada uno hacía”.